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Jolgorio / por Edwin Ferrer

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Bailó con el cuerpo apuñalado. Del grito de la herida extrajo una sonrisa. Era  inútil llorar y dejó  que la herida durmiera tranquila. Todos los vecinos se juntaron en silencio evitando mirar al verdugo.

Inclinado en el mostrador gritó:

— Tabernero, ¿dónde están los vasos?

« ¡Sírvanse un trago!»

Prefirieron reír como esclavos a sueldo. Fue vano revelarse porque alguien se adelantó y puso una peseta en la vellonera.

©Edwin Ferrer

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