Entonces es Toño…
Aquello a un costado de la la plaza es un reloj, cuatro ventanas y una puerta.
—¿Cómo naciste entre nosotros?
—¡Feliz!, escondido detrás de “La Españolita”.
Un violín sonoro taladró el pozo oscuro cuando el fuego se encendía al inicio de la tarde y las campanas sonaban melancólicas.
Unos extraños descendían desde la Asamblea Municipal para preguntarle al anciano que traía
Eran tiempos en que se daba soltura a la locura en las salinas. Quien no conoció su palabra la balbuceó sobre el techo de la casa de Cardona mientras los terratenientes despertaron con ella a un vagabundo.
Hoy en día su palabra festeja el enigma. Festeja las urbanizaciones, la decadencia de la Central Aguirre, el grito de los espiritistas, el verano inerme sin cañaverales, la corrupción y el crimen.
Su sombra se refugia bajo un laurel de la india.
Llámalo cuando su palabra enumere los azotes en las espaldas.
©Edwin Ferrer

