Por María del Carmen Guzmán
A Bones (Las Mareas)
—Hermanos, ha llegado la hora de dar al Señor un poco de lo que Él nos ha dado.
El loco (así le habían bautizado sus compueblanos), sentado en el último banco para no ofender con su presencia desaliñada se levantó de repente, corrió al altar y tomó la canasta. Recorrió cada fila deteniéndose frente a cada escaño donde se encontraban los políticos del barrio, quienes sólo acudían al templo durante el año electoral. Permanecía inmóvil y con su mirada desafiante seguía las míseras monedas que depositaban en la canasta.
Sin detenerse ante los pobres, regresó al altar, depositó las ofrendas a los pies del Cristo Crucificado y oró: “Padre perdónalos porque no saben lo que hacen…”
¡Amen! Dijeron todos.
© María del C. Guzmán
