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Es domingo de octubre
Dios bosteza en el templo.
Sólo hay urgencias frívolas,
compras, divertimentos,
almuerzos apurados,
procesión de silencios,
mensajes quebradizos
asoman al teléfono.
Soledades de sombras
caminan por el centro.
Gritos de ahogos rancios,
rumiantes de recuerdos.
Es domingo y las horas
fracasan en su intento
de distraer al mundo
con su tic tac al viento.
Alguien está esperando
que alguno lleve un rezo.
Dios queda muy lejano…
cerca del cementerio.
La comparsa de turno
prescinde de su aliento.
Sobre un sofá mullido
se desmaya de angustia,
el tonto homo incrédulo.
©Gloria Gayoso Rodríguez
