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Carta a una quinceañera

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Puerto Rico, 18 de mayo de 2025 

Amada nieta,

Hoy celebramos tus quince años. Y mientras muchos te verán como “la quinceañera”, yo te veo como lo que realmente eres: una joven que ha venido creciendo con una lucidez admirable. No estás aquí solo para recibir elogios, vestidos o rituales, ni para llamarte princesa, porque la sangre roja de pueblo soberano es tu heredad. Estás viviendo una etapa que ya estás transitando con una madurez que no todos logran a tu edad.

No me interesa pintarte como perfecta, porque tú misma sabes que nadie lo es, y eso te hace más valiosa. Lo importante es  ver en cada tropezón, decepción o error el camino del aprendizaje, la superación y el perdón. Eres humana, inteligente, sensible, talentosa y, sobre todo, centrada. Siempre me ha impresionado cómo entiendes y asumes tus metas y te esfuerzas sin hacer alarde. Cómo encuentras en el estudio un camino, en el deporte una disciplina, y en el arte —especialmente la pintura— un espacio íntimo donde tu mundo toma forma y color.

No vives desconectada de la realidad. Te sabes parte de tu entorno. Sabes que la vida se entrelaza con felicidad, dolor, desilusión y temor, y que la felicidad, como los sueños, no se esperan, se viven.  Te relacionas con tus compañeros desde esa realidad con la naturalidad que nace de quien se acepta a sí misma y sabe que hay que ganar fortaleza interior y física para la autoconfianza y superación. No te aíslas, pero tampoco te diluyes. Sabes elegir a tus amistades, respetas las diferencias y, cuando toca, sabes poner límites con firmeza. Has aprendido algo que muchos aún buscamos: convivir sin perder la identidad y valores personales.

Con tu hermana llevas una relación típica, donde el amor y la pelea se entrelazan. Aunque asumes tu papel de hermana mayor, el carácter vibrante de tu hermana a veces te sobresalta y te deja sin aliento. Con nosotros, tus mayores, mantienes ese precioso balance entre respeto y autonomía, y eso no es común, ni fácil.

No te veo como una muchacha que quiere destacar por encima de los demás, sino una joven que quiere ser fiel a sí misma. Y eso, en estos tiempos, tiene mucho peso.

Pero lo que más valoro en ti no es solo lo que haces, sino cómo lo haces: con sencillez, con coherencia, con una mirada propia. No estás buscando brillar más que nadie, porque ya tienes luz propia. Una luz que no encandila, pero que acompaña.

Hoy no te escribo desde el orgullo —aunque lo siento— sino desde la admiración. Porque te observo y me digo: “Esta muchacha sabe lo que es vivir”.

Feliz cumpleaños. Sigue andando como andas: con los pies en la tierra, el corazón abierto, y la mente clara.

Con todo mi amor y cariño,

Tu abuelo Sergio y el de tu abuela Lydia

©©srs

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