Esa realidad nos da de frente y nos desestabiliza, nos sume en un inmenso dolor que se vuelve angustia, desesperación, desasosiego. Abandono. Se derrumba frente a nuestros ojos la esperanza y nos rebelamos, sin decirlo, ante esa Ley inexorable de la vida que nos lleva a la muerte. Mas, como somos, de igual manera, materia espiritual, en algún momento reconocemos que la muerte nada más se lleva el cuerpo, la imagen de esa persona que nos amó y amamos tan intensamente, pero el recuerdo, su espíritu, lo que hizo posible que nos prodigara tanto amor y sembrara en nosotros tanto cariño, eso es imperecedero. La muerte, sobre eso, no tiene injerencia.
Por eso, cuando un hombre de la estatura moral de Esteban Pérez Bonilla, Mr. Pérez, cumple su tiempo en la vida, es justo que le lloremos, porque se nos va un ser irrepetible, aunque, también, con justeza debemos celebrar el hecho de que vivió una vida larga y plena y que al morir, como el Apóstol, tuvo que haber dicho: “He librado la buena batalla y he conservado la fe”.
GRACIAS MR. PEREZ POR HABER VIVIDO.