Por Roberto Quiñones

Esta vez sí que el humor estuvo ausente durante el paso de María, el ciclón de categoría cinco que reventó a nuestro pueblo.   No hubo forma de uno estar quieto y menos tranquilo porque esta vez todos la pegaron al decir que entraría a nuestro terruño y lo dijeron desde el primer momento.  Se nos dijo que sería algo catastrófico, y aunque creí en principio que era la misma historia, el show mediático, pues esta vez sí que la cosa fue como dijo una vez una meteoróloga de televisión ” lo que venía era una cosa grande y pelua”.

Esta vez tomé en serio tanto al sistema europeo como a los muchos de acá que predicen estos eventos y que algunos de ellos dan pena con los resultados la mayor parte de las veces.  Senté cabeza y me preparé para lo peor.  Me metí al supermercado para proveerme de los artículos necesarios y compre salchichas, sardinas, tinapas , y por supuesto, una arenca de las bien “salá”, cosas que uno no come regularmente pero como vienen enlatadas y “ready for use” se hacen  apetecibles para ese momento.

De más está decir que luego de la visita al supermercado, lo comprado usualmente se hace artículo de biblioteca pues no se usa puesto que regularmente la familia y algunos vecinos se unen, y al no funcionar los celulares ni la internet, regresan al pasado y se las inventan para hacer el sancocho o el asopao de gallina  del país,.y de los limones hacer limonada.

Las conversaciones hacen su  presencia y aquí se arreglan los problemas locales, internacionales y también los mundiales, porque siempre aparece uno que tiene la idea de cómo los Estados Unidos pueden apaciguar al loco dirigente de Corea del Norte o puede explicar fácilmente el estilo de como Salvador Dalí pintaba sus famosas obras…En otras palabras, se vuelve al diálogo ya casi perdido en esta época.

Pasado el huracán, pues…, a recoger escombros y comenzar el largo camino hacia las rutinas de la vida, añorando el momento en que el celular recupere la señal.

©Roberto Quiñones Rivera