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—Está lejos.
—En Nueva York —dije.
—Más lejos aún.
Puse un billete de a 100 sobre la mesa.
— Muy, muy lejos… —enfatizó ella.
—¿Cuán lejos?
—Diez veces esa distancia —dijo y entró en trance.
Camino al hogar recordé que había olvidado darle mi nueva dirección y cuando regresé me encontré con otro letrero.
© Josué Santiago de la Cruz
