Tanto Fortuño como Alejandro se han ganado el premio de protagonizar la campaña política puertorriqueña más aburrida y desmotivada en toda la historia moderna del País. Ese panorama se le atribuye a que ninguno de los dos se ha ganado el respeto de la gente porque no le merecen confianza ni credibilidad. Y esa son palabras mayores cuando de definir un líder se trata.
Así las cosas, porque no existen argumentos sólidos a favor de ambos candidatos, la gente termina resignándose y defendiendo: unos, que ante ese dilema es mejor escoger el menos malo entre los malos y otros, que “más vale malo conocido que bueno por conocer”
En opinión de observadores de la política puertorriqueña, si Alejandro quiere consolidar un triunfo, tendrá que despedir a su dirigente y destacar lo que lo hace diferente de Fortuño.
En otras palabras, Alejandro tiene que dejar de ser una fotocopia del actual gobernador.

