La autora y Encuentro… Al Sur dedican con mucho cariño esta estampa a Guillermo Valero.
Aunque no es natural de Salinas, vino a vivir con nosotros porque se enamoró de una “salada, saladita, sí señor”.
Empezó a trabajar para el pueblo como maestro y después director de escuela elemental. Más tarde fue alcalde y ahora abogado, profesión que ha puesto al servicio de aquellos que no disponen de mucho dinero para resolver sus asuntos legales.
Mientras esperaba, escuché lo que dijo al cliente anterior:
—El servicio cuesta tres dólares, si los tiene. Si no, lo deja.
Luego me pidió que lo acompañara.
— ¡Muchacha, cuánto tiempo sin verte! ¿Qué es de tu vida? Cuéntame.
Hablamos de muchas cosas. De las pinturas antiguas que tiene en su despacho; de las fotos de políticos añejos, familiares y amigos y de la serigrafía de Josué que exhibe en la sala de espera.
—Polifacético-, le dije.
—Sí -me contestó, con la amabilidad que le distingue- He sido hasta político, de lo único que me arrepiento.
Nunca ha tenido secretaria. Sus compañeros en el oficio son una vieja maquinilla eléctrica que le ha servido, lealmente, desde los días que comenzó a ejercer como abogado y su registro de declaraciones juradas.
Allí escribió el número 25,290, a mano y con bolígrafo.
De nada valió insistir.
©María del C. Guzmán

