Hay personas que insisten en atribuirle a la práctica del vudú y la brujería la situación de pobreza y atraso en que está sumido Haití desde hace siglo. Es un pueblo castigado porque no ha aceptado la voluntad de Jehová, afirman.
Los que tal afirmación apoyan, al parecer creen que Jehová es racista, porque la mayoría de los pueblos con poblaciones no blanca están sumidos en la pobreza. Cabe entonces preguntarse si Jehová también es anticristiano, porque la mayoría de las personas en los países cristianos del mundo viven también castigados por la pobreza y acosados por los problemas sociales, como la delincuencia, la prostitución y las plagas sanitarias. ¿Será por eso que los países de mayor crecimiento económico, como China, Japón, India, Indonesia y Singapur, no son naciones cristianas?
Lo cierto es que Dios mismo nada tiene que ver con las condiciones en que vive el mundo, aunque muchas prédicas religiosas sí. La realidad es que la situación del mundo, lo bueno y lo malo, lo aborrecible y lo sublime es resultado y hechura de los seres humanos, de sus regímenes políticos y económicos.
Para entender a Haití hay que superar la tesis del castigo y adentrarse en los procesos históricos que han marcado la vida del pueblo haitiano y que desembocan en la actual situación. Es preciso repasar todo un proceso que comenzó con el secuestro de personas en África. Recordar que los antepasados de los haitianos fueron traídos encadenados como reses salvajes en los llamados barcos de la muerte para terminar realizando trabajos forzosos en una colonia europea.
Para entender a Haití quizás la lectura del artículo La maldición Blanca de Eduardo Galeano es un buen comienzo.
srs

