por José Manuel Solá

En estas cosas que aprendí siendo niño pensaba esta mañana y me las repetía (a mí mismo):

Si alguien te maldice desde su rincón oscuro, bendícele desde la luz de tu puerta

Si alguno te odia, ámale.

Si alguien te roba, procura que lo que se lleve sea útil para su crecimiento espiritual.

Si alguno te reta, ábrele paso y déjale solo peleando con su locura.

Si alguien se queda con tu trabajo enséñalo a hacerlo mejor que tú.

Si alguno te grita, haz silencio y trata de entenderlo.

Si alguien te difama, dí de él lo mejor que sepas.

Si alguien te llama “grande” comprende tu pequeñez, no la suya.

Si alguno se vanagloria ante ti por su título de Doctor, sigue tu camino con tu certificado de humildad.

Si alguien te ningunea o descalifica por la pobreza de la que vienes, celebra su riqueza y dale el mejor pedazo de tu pan.

Si alguno arroja una piedra a tu espalda y luego huye, déjalo huir o mejor aún: muéstrale la puerta de salida, así demostrará la estatura de su carácter.

Porque al final, ¿qué ganan?, ¿qué pierden? Nada. Pero ambos aprenderán a ser auténticos.

(c) José Manuel Solá / 4 septiembre 2014