Testimonio sobre el Huracán María

Ayer, a dos días de cumplirse cuatro meses desde que María impactó a Puerto Rico, llegó la luz a casa. La alegría era obvia pero más que alegría por volver a tener las comodidades a las que estábamos acostumbrados fue un respiro y una sensación de que un agobiante ciclo se cerró.

Estoy perfectamente consciente de que hay mucha gente, muchísima gente a la que todavía no le ha llegado la luz ni el agua y que le hace más falta que a mí. Casi cuatro meses sin luz y sobrevivimos, no a la falta de luz, sobrevivimos a muchas otras cosas.

María para nosotros fue un golpe duro y después de lo que pasamos, la falta de electricidad, aunque incómoda, no nos quitó la paz ni nos arruinó la navidad. De hecho, fueron las navidades más lindas que hemos pasado en muchos años. Había algo más grande por lo que estar felices y era el hecho de estar vivos. Puede sonar a cliché pero ya entenderán el porqué.

No sé cuanta gente lo sepa, pero la vida nuestra estuvo en serio peligro durante el huracán. Creyendo que nuestra casa era un lugar seguro, trajimos a ella a la familia completa.  Apenas comenzando los vientos más intensos del huracán las ventanas del cuarto de mis viejos explotaron y se arrancaron de la pared, al mismo tiempo la puerta del cuarto explotó y se hizo pedazos. Un segundo más tarde todas las ventanas del frente de la casa se abrieron y el huracán se nos metió dentro de la casa. Después de haberle jurado a mis hermanos que estaban fuera de Puerto Rico que íbamos a cuidar a sus hijos, nos encontramos corriendo hacia un baño y allí pasamos como ocho horas que se sintieron eternas. Muchas de esas horas peleando con el viento para que la puerta del baño no explotara también.

Mis pensamientos se fueron bastante lejos durante esas horas, llegué a hacerle ofertas a Dios a cambio de la vida de mis sobrinos y por ahí siguió mi mente viajando entre el estado de shock, el pánico, el dolor y la fortaleza que tuvimos que sacar para soportar la aterradora experiencia. Milagrosamente salimos con vida, no sé si vencimos al monstruo o el monstruo tuvo piedad con nosotros pero definitivamente los ángeles nos ayudaron.

En lo personal, cuando salí de la casa y vi lo que le había pasado a mi país me di cuenta que a nosotros no nos había pasado nada, que teníamos vida, que ganamos otra oportunidad y que había que agarrarla con las dos manos. Para mí fue una lección de humildad, una realineación de prioridades y una enseñanza que trastoca el modo de mirar la vida.

Después de observar las caras de angustia de mis padres durante las espantosas horas que pasamos en el baño y verlos celebrar la navidad con el fervor y la alegría tradicional para mí fue sanador. Luego de ver la fortaleza con la que mis sobrinos han asimilado esa terrible experiencia para seguir adelante, no tengo de otra que seguirles el ritmo, superar el abatimiento y continuar con mi vida. Se dañaron muchas cosas pero si algo tenemos en nuestra sangre es voluntad y creo que ahora está más fuerte que antes.

Cuando ves la vida de los más que amas y la propia en peligro, lo que suceda después de eso lo ves como un regalo y así estoy, celebrando cada día, llena de esperanza para lo que venga y desde mi esquina haciendo lo mío para que todo el mundo vuelva a la ansiada normalidad.

Hay aire en mis pulmones, así que hay que seguir adelante a pesar de María, o gracias a María. Arlyne Solivan gracias por esa poderosa oración que fue vital, por poner tu espalda y lo que no es espalda para protegernos, también por las risas. Poco a poco los levantamos, a excepción de la vida TODO lo demás tiene arreglo.

©Alba N. Colón Colón