Agua de Colonia
Perfume de alelí, de canela, de caña ahumada y estiércol de vacas lecheras. Tunas de higo, manjar dulce, que crecía silvestre en los pastos cercados, dónde a pesar del límite se respiraba libertad.
La casa grande de La Teresa. En la planta baja, construida en ladrillos, había cuartos de almacenar las sillas de montar a caballos, la pileta, el garaje para guardar el jeep y hasta caballos. La planta alta de la vivienda estaba hecha de madera y zinc. Un balcón ancho a lo largo de la fachada, sala y cuartos amplios. Un pasillo que albergaba los fantasmas de las películas de terror. La cocina larga donde se podía formar una reunión sin problema de espacio.
Su majestuosa entrada la marcaban árboles florecidos de gallitos, rosas, pascuas, palmas y el árbol de guanábana al final del camino, detrás de la rueda grande de carreta. Moncho la montó sobre una base de hierro para que diera vueltas; era nuestro carrusel.
Recuerdo la escalera en forma de la letra L que nos llevaba al balcón de los juegos de dominó y cuentos de misterio. Como aquel del pirata que escondió monedas de oro bajo los cimientos de la escalera. Las horas que pasé en el jardín haciendo hoyos para desenterrar el botín.
Bajo la sombra del árbol de grosellas y el tamarindo descansaban los cerdos en su corral. Los cabros se alineaban al ladrido de mi perro Cariño. Sábado, la gata, dormía su siesta siempre a los pies de la escalera de la cocina. Desde allí velaba las palomas, los pollitos, pero no se metía con los gansos.
¡Ah! No puedo dejar de mencionar las palmeras a la orilla de la zanja de riego marcando el limite, donde comenzaba el cañaveral del lado sur del patio. En una de ellas, uno de mis hermanos por poco deja la vida: subiéndola se ósin aire y en el hospital de Aguirre le hicieron un pequeño hueco en el pecho. Le quedó una cicatriz que usaba para engañar a las muchachas, diciéndoles que había sido un tiro en la guerra… ¡no fue ni cobito de los Boy Scouts! Pero soñaba con ser piloto.
Todas las mañanas temprano llegaba Don Victorio a ordeñar las vacas. Se hervía en unas ollas grandes por mucho rato. La nata de la leche se recogía en un envase, añadiendo sal y batiendo se hacía la mantequilla más rica que mi paladar ha probado. Con una lata de galletas y café con leche aprendí que no hay estrechez en el amor.
Cómo nos reíamos cuando Ramona decía:
-Gracias le doy a ese Padre Celestial, mis hijos estudiaron con los animales.
Ella se refería al producto de la venta de cerdos, cabros, terneros, con eso pagaba la matrícula. Pero nosotros no dejábamos de molestarla hasta que terminábamos todos miándonos de la risa.
¿Dije miándonos? Sí, antes sanamente y sin abochornarnos podíamos mearnos de la risa.
Al frente de la casa estaba el ranchón, una estructura de columnas de madera y techo de zinc donde se guardaban las máquinas utilizadas en el cultivo de la caña de azúcar. El Zancú arrastraba los carretones llenos de pedazos de caña hasta la grúa. Allí se pesaban y se colocaban en vagones arrastrados por las máquinas de estrías hasta la central para procesarla. También llegaban a través del tren.
Con botas de goma, pantalones enrollados, sombreros de burra (de piel gruesa) y camisa de manga larga se protegían del sol y las raspaduras, los picadores de caña. A la hora de almuerzo se reunían a la sombra de un árbol, a la orilla del camino de tierra se sentaban con las mujeres y niños que le llevaban viandas, harina, bacalao o un caldo largo. Las fiambreras envueltas en paños para guardar el calor de la comida, sobre la cabeza de las mujeres de faldas largas, descalzos los niños con los pies curados del pedregal. Un rato de asueto, sonreídos, haciendo cuentos, pasando el macho y compartiendo la caneca de pitrinche.
El día de cobro, los quincalleros rondaban y las mujeres con sus mejores galas llegaban al invite del cortejo, otros en la jugada de topos y los más responsables a pagar la nota pendiente en la Tienda de la Jagua.

La Tienda de la Jagua debió ser de las primeras tiendas por departamento en el litoral de Salinas. Sus dueños eran gallegos y estaba surtida desde comidas, ropa, zapatos, telas, muebles, sillas para montar caballo, herramientas… Recuerdo cuando mi madre me sentaba en el mostrador, mientras le despachaban la nota de comestibles. Yo me empachaba de bolas de chocolate con galleta por dentro y dulces de vaca lechera a montón por chavo.
Catorce hermanos, primos, Chamburín y los agregados, porque siempre en el caldero se echaba de más por si acaso… Bajo la sombra de un roble y un titán con los brazos amorosos de Ramona, siempre juntos bautizados con las aguas de La Colonia. Apuntando a destinos desconocidos todos con el mismo origen.
“Mis hijos no se pueden quejar… se bañan con agua de colonia” – decía Ramón Torregrosa Díaz.
Perfume de colonia, de café con leche, de mar y caña ahumada… perfume de los recuerdos de mi infancia.
Continuaremos…
Marinín Torregrosa Sánchez, 10 de julio de 2011.
Vocabulario
Colonia: nombre con el que se conocieron las haciendas cañeras luego con el establecimiento de los emporios azucareros tras la invasión estadounidense de 1898. En Salinas haciendas como Carmen, Margarita, La Teresa, Isidora, Providencia, etc. pasaron a denominarse colonia, ejemplo: Colonia La Teresa.
Agua de colonia: tipo de perfume creado en la ciudad de Colonia, Alemania.
Zancú: máquina
Pitrinche: rón elaborado clandestinamente.
Marianín:
Dios te a bendecido con el Don de la plabra. Tus memorias son enriquecedoras. Hay un decir, recordar es vivir. Bendiciones para tí y los tuyos, compañera de la poesia.
“Esas memorias inducen a la refleccion. Basta con cerrar los ojos y nos remontamos a la epoca aludida para darnos cuenta de la diferencia abismal existente. Esos relatos nos indican sin lugar a dudas la paz y la tranquilidad que se respiraba, la cual escasea en estos tiempos. Dios bendiga a esa Honorable familia.”
Yo fui partícipe de muchos de tus recuerdos. Casi te vi nacer. Sigue que está interesante.
Tu historia me encanta, quisiera decirte muchas cosas, pero sé que tu las conoces todas. Recuerda que quiero finalizar su lectura. tu conoces mi corazón y mis sentimientos. Day gracias a Dios por que tú existes.
Yoly
Espero ansiosamente la continuación a este relato, Marinín. Conocí a tu familia cuando trabajaba en la escuela Parcelas de Coquí y fui maestra de primer grado de Tony.
Muchas bendiciones,
El Puerto Rico de antes….que mucha falta nos hace en este tiempo una buena inyeccion de todo los valores que se destacan en este bonito escrito…El amor por la familia, la tierra y la vida misma.
Un abrazo solidario a la Fam. Torregrosa de parte de esta Salinense ausente.
Disfruté de fiestas en este ambiente de puro “EDEN”. Era algo que los del pueblo de Salinas y amigos de los “muchachos Terregrosa”, adquiríamos de gratis. Bella casona. Creo que estaba cerca la casa de los Godreau, lugar bello de muchas reuniones de familia (Colonia Godreau). Tu eras pequeña, tal vez no recuerdes el grupo. Pero Nora, Edelmiro, Papo y otros hermanos te podrán contar. Dios les ayude en estos momentos de dolor y cuenten con oraciones de amigos en la distancia.