Opiniones / Religión

Invencibles!…”cuando hablamos con una sola voz

por Samuel Caraballo-López

Este domingo 1 de junio de 2014, es la antesala de Pentecostés, y el texto que sirve de base a esta reflexión lo encontramos en el Evangelio de Juan 17: 1-11. Este es la última oración de Jesús antes de ser arrestado, que en realidad, más que una oración es una construcción teológica de la comunidad joánica.

Padre celestial, dentro de poco ya no estaré en el mundo, pues voy a donde tú estás. Pero mis seguidores van a permanecer en este mundo. Por eso te pido que los cuides, y que uses el poder que me diste para que se mantengan unidos, como tú y yo lo estamos (Juan 17: 11, TLA).

En la iglesia en que crecí se cantaba un pegajoso corito que realmente representaba la visión correcta de lo que es la unidad en del Espíritu:

No me importa la iglesia que vayas
Si detrás del Calvario tú estás,
Si tu corazón es como el mío,
Dame la mano y mi hermano serás.
Coro:
Dame la mano, dame la mano, dame la mano
Y mi hermano serás (se repite)

La unidad no es cuestión de uniformidad, y mucho menos de coincidencia en todos los asuntos. De hecho desde sus orígenes el asunto de la unidad ha estado discutiéndose acaloradamente. Cuando miramos los Evangelios y las Cartas nos damos cuenta de inmediato que la unidad siempre estuvo en tensión en las primeras congregaciones cristianas.

En la Carta a los Efesios, se nos habla de la importancia de la unidad en la iglesia:

Hagan todo lo posible por vivir en paz, para que no pierdan la unidad que el Espíritu les dio. (Efesios 4: 3).

El escritor de los Efesios introduce el concepto Unidad en el Espíritu para referirse a la relación que debe existir entre los creyentes en Cristo. Luego de esta expresión, el Apóstol justifica su llamado a la unidad:

Solo hay una iglesia, solo hay un Espíritu, y Dios los llamó a una sola esperanza de salvación. Solo hay un Señor, una fe y un bautismo. Solo hay un Dios, que es el Padre de todos, gobierna sobre todos, actúa por medio de todos, y está sobre todos. (Efesios 4: 4-6).

Los Concilios de la iglesia de primeros siglos de la era cristiana, se realizaron con el propósito de consolidar la iglesia frente a amenazas internas y externas, y establecer credos, doctrinas y postulados que sirvieran de factor unificador a los creyentes, de tal forma que se pudieran articular las creencias de la institución y así evitar cismas. No fue fácil, ni lo es actualmente. De hecho en la actualidad se habla mucho de la unidad en la diversidad. Aunque la Iglesia ha utilizado el lema “en lo esencial unidad, en lo no esencial libertad”, lo difícil ha sido conseguir consenso en cuanto lo que es esencial y no esencial en la iglesia.

Desde mi perspectiva el capítulo 17 de Juan, plantea lo que es esencial para la unidad la iglesia; la fe en Jesucristo que nos lleva a una relación personal con El (verso 7-8) y el amor y poder que proviene de esa relación (versos 20-21). La unidad que Jesús plantea es aquella que tiene una confluencia cristológica. Conocer a Jesús es el principio y la fundación de la fe y la tradición cristiana. Conocer a Jesús produce una nueva vida nacida de Dios, “de lo alto” (Juan 3:3). Este punto es medular para entender la unidad en el Espíritu, al establecer por la fe una relación con Jesús, no solo encontramos el amor y poder de Jesús que nos hace nacer de alto, sino que encontramos a otros creyentes que han llegado a Jesús también, traídos por la misma gracia de Dios (verso 6). Al encontrarnos en Jesús nos hacemos uno con él, y entre nosotros. Esta unidad es un requisito “sine qua non” para ser testigos de Jesús en el mundo (Juan 17: 18).

La comunidad cristiana debe vivir unida en la fe en Cristo y en el amor, como signo elocuente para el mundo: “para que el mundo crea” (Jn 17,6-26). Es en esa relación con Jesús que se da la unidad en el Espíritu, que anhelamos. Por eso Jesús envía a los suyos al mundo, como ha sido enviado él por el Padre (Jn 17,17-19). En el envío, el discípulo recibe la autoridad para proclamar el Evangelio, que es confirmado por el poder del amor que se expresa en la unidad, y que a su vez confirma la palabra proclamada. Cuando la misión se realiza bajo las anteriores premisas, y solo así, ésta hace presente en el mundo la misión de Jesús. ¡Muchas bendiciones y preparémonos para Pentecostés!