Los juegos de beisbol callejeros con pelotas caseras confeccionadas por los propios jugadores se jugaban en los vecindarios donde quiera hubiera un espacio, fuese una calle, un patio o solar vacío. Allí se improvisaba un campo de juego, fuese con una, dos o tres bases simulando un diamante de beisbol.  La regla básica acordada era si se utilizaban, o no, los bolazos. Si se jugaba con bolazos o sin bolazos, lo que significaba era, que si después de batear, o en carrera hacia las bases o al “home”, te pegaban con la bola, en ese trayecto quedabas declarado “out”. Aunque por lo general las bolas eran de trapo, algunas se fabricaban con una dureza que los bolazos causaban moretones.  No faltaba quien hacía maldades mojando la pelota con alguna sustancia apestosa o causante de picor.

Sobre este tema recojo una tertulia feisbukiana iniciada por el arquitecto Luis A. Colón Rodríguez sobre los juegos entre niños y adolescente salinenses de antaño. Es decir, en los tiempos en que tener un bate, una bola y un guante de beisbol era cosa de privilegiados.

Luis A. Colón Rodríguez:

El juego de pelota fue una parte importante de mi vida de adolescente, en todas sus vertientes, especialmente el sóftbol y mucho antes, con bola de trapo. Anteriormente, mencioné la Liga del Tamarindo, que se jugaba al final de la calle Abraham Peña, que partía hacia el este desde la Escuela Godreau en la Barriada Nueva hacia la Cambija. En ella participaban, Taty Rodríguez, Eddie San Miguel, los “Guares”, Carlos Ortiz, Donso, Víctor y Tío Carmona, Héctor Soto, Luis Muñoz, Manolito Figueroa, Óscar Correa, entre otros, que vivían cerca de la liga. A veces se interrumpían los juegos para salir corriendo a “jalar” cañas a los trenes que se detenían a suplirse de agua en la estación del tren que quedaba al sur de la barriada.

Otros episodios relacionados con la pelota que no olvido, fueron los famosos torneos de sóftbol que se celebraban de noche en el parque atlético del pueblo. Para ese tiempo, los jugadores luminarias que recuerdo eran Julio Pérez, Johnny Antonetti, Rogelio Pérez, Ramón Navarro, Rubén Carreras, entre otros, que escapan de mi memoria.  Pero debo resaltar que el mejor lanzador era Rey Morera, con su lanzamiento que flotaba.  De Aguirre participaba un trabuco que tenía dos mastodontes que al batear pasaban la pelota a menudo sobre los cables eléctricos tendidos de poste a poste en los bosques.  Uno era Carmelo Delpín y otro era un gigantón, quizás americano, que no recuerdo su nombre.  Eran celebraciones con los “blichers” llenos casi a capacidad. ¡Qué tiempos buenos y sanos!

Sergio A. Rodríguez Sosa:

¿Por qué le llamaban la Liga del Tamarindo?

William Martínez Figueroa:

Nosotros en la Ciudad Perdida teníamos una liga que le llamábamos así. Preparamos un parque en los terrenos que había contiguo al restaurante El Almendro en el que había un enorme árbol de tamarindo. Desde ahí se bateaba.

Nos destruyeron nuestro estadio para construir el garaje que actualmente está al lado de WHOY que entonces pertenecía a Aníbal Correa. Continuamos jugando, aun con la construcción, y bola que caía en los predios del garaje, la devolvía picada en dos.

Luis A. Colón Rodríguez:

En el área donde jugábamos en la Barriada Nueva había un enorme árbol de Tamarindo. Nos referimos a los años en que la calle Abraham Peña llegaba hasta la casa de la familia San Miguel, o tal vez, hasta una o dos casas más. Al frente vivían los Guevara, Arnaldo y su hermano menor fueron también participantes de la Liga del Tamarindo

Pedro Miguel Sanabria Campos

Nosotros jugábamos en Aguirre y el Coquí. También en el solar de la calle de la fábrica y en el solar que quedaba cerca del Hotel Americano en Aguirre. Jugábamos con bola de trapo, bolas de gomas y bolas marca spalding. Se bateaba con palos. Con bates a veces cuando alguien traía uno. También con bolas de media. Con lo que apareciera.

En esa época jugaban Edwin Lebrón, Naldy, Ricardo Vargas, los Sánchez, Uni, los Famanía, Fredo, Chogui, Cuco, los guares y chicos de Hacienda Vieja.

Luis A. Colón Rodríguez:

Pedro, Para ese tiempo, ¿Existían todavía las bolas de mierda de mono, como las llamaban? (creo que rellenas con guano).

Pedro Miguel Sanabria Campos:

Si. Esas se deformaban y no rebotaban

Luis A. Colón Rodríguez:

Correcto, se le quitaban a uno las ganas de jugar.

Josué Santiago:

Es la primera vez que leo el nombre de Manolito Figueroa en estas anécdotas de pueblo.

Si no me equivoco, su Papá estaba a cargo de la Estación del tren y vivían allí. Manolito era de esas personas serias y responsables, y muy buen amigo. Recuerdo también sus hermanas, muy elegantes. Don Manolo Figueroa fue administrador de la Comisaría de la Central. Hombre muy serio, muy cerebral y gran y ameno conversador. Me encantaba conversar con él, ya retirado, en su apartamento de Bella Vista. Fue evangélico y gran amigo de mis padres. Se reunían mucho, mi padre, don Manolo y don Toño Irizarry.  Tremendo combo de intelectuales biblicos.

Edelmiro Rodríguez:

El terreno de la liga de tamarindo era al lado de la cambija. Ahora es el predio de la escuela Stella Márquez. Gratos recuerdos. Los conocí a todos. Yo llegué a jugar en esa liga, pero ninguno de los mencionados ya estaba.

William Martínez Figueroa:

¿Ese estadio, era en lo que fue un lago?

Luis A. Colón Rodríguez:

No

Sergio A. Rodríguez Sosa:

No. El lago era donde están el Tribunal y el Centro de Gobierno de Salinas. Por eso se hunden. Ja, ja, ja. El solar era al norte de la Cambija, el depósito de agua del que se suplían las locomotoras de vapor de la Aguirre Sugar Co. , ante de que llegaran los trenes eléctricos que llamábamos Cariocas. Aquí inserto un mapa satelital.

por Sergio A. Rodríguez Sosa

Foto: Autor desconocido tomado de la Internet