Por Rafael Torres Soto
Ya no me dan deseos de abrir la página de Facebook, es como si todos los días enfermara alguien querido, algún amigo o compañero de trabajo. La pandemia ha ido mucho más profunda que lo que el virus pueda haber hecho.
Nos ha traído aislamiento y con él nos ha robado tiempo de compartir con quienes queremos. Hoy despido a un ser que me enseño entereza, perseverancia y a amar intensamente los valores de la amistad y sobretodo a la familia.
La persona que describo luchó con entereza y gallardía contra la desigualdad y el racismo y venció, con su ejemplo se dio a querer y a respetar.
Mujer de profunda fe. Educadora de vocación, patóloga del habla que con su amor a los demás derramo su vida por sus estudiantes y pacientes, ayudándolos a comunicar sus sentimientos.
Vino a ser como una madre para mí y le agradezco Dios el haber compartido íntima y amorosamente con ella. Mujer sabia, orgullosa de sus hijos y de su amado pueblo Salinas.
Angelica Ponce la hija de doña Naty, la madre de mi compadre Toño y de Víctor Vázquez, que son mis hermanos sufrió la angustia detrás de la pandemia, la que la aparto de amistades, familiares y allegados… Nos enseñó que con el pasar de los años se ama y se busca más de ese ser supremo que es nuestro Dios. Le agradezco eternamente esa última llamada de despedida, la que le pidió al compay pues quería hablar conmigo, nos reímos y nos reiteramos el amor que sentimos el uno por el otro.
Antonio Vázquez, mi santo compadre, Víctor mi hermanito, ustedes saben bien que comparto su pena. Pero hoy ella está donde anheló su alma vivir por la eternidad. En la morada celestial ante la Presencia del Dios Altísimo. A quién amó sin haberle visto.
“Bienaventurados los que no vieron y creyeron.”
Allí no hay dolor ni hay llanto, allí el amor y la misericordia rodea de paz el ambiente. Allí donde las calles son de oro y el mar de cristal allí donde el amor cubre toda falta y la luz de Dios ilumina toda alma. En el paraíso.
Oremos por los que se quedan, fortaleza ante tal irreparable pérdida. Demos gracias a Dios y a la vida por haberla conocido y por haberla amado y celebrado en vida…
Que la pandemia no nos robe el amor y la esperanza…
El cielo se gana en la tierra…
©© Rafy Torres Soto. El autor es un músico profesional de Carolina. Estudio en la Escuela Libre de Música y el el Conservatorio de Puerto Rico. Perteneció al destacado grupo Plena Libre.
Foto de portada de la fotógrafa profesional Norma Curet Ayala: Angélica Ponce leyendo el poema Yo soy de Allí, de Antonio Ferrer Atilano
No os preocupeis. Nadie nunca se va en si. Las dos almas de cada espiritu tienen que continuar su destino en el universo. Esta vida es tan solo el comienzo. No hay muerte en el sentido de que todo acaba para el partido. Al contrario, el ‘partido’ tan solo a comenzado a vivir. Usted, a su tiempo, reunira sus experiencias en esta vida con las de sus seres mas queridos y sus enemigos mas odiados. Y alla, en el primer universo de su verdadera vida, no habra queridos ni enemigos. Solo habra felicidad universal!! Es por esto que yo le pido a todos que no sufran porque alguen ‘se muere,’ ya que nadie que aqui nace puede morir jamas. Lo que sucede es que ellos se marchan a mejor vida alla en la noche oscura y las brillantes estrellas!! Una fiesta es lo que hay que hacer, no un velorio triistono. Su ser querido acaba de salir del infierno, y hacia la gloria se dirije. Entonces, que puede haber de triste en todo esto?? Hechar de menos al que se libera con la muerte, suena a egoismo natural.