La estampa En el Billar de Abelardo de Edwin Ferrer provocó gratos recuerdos sobre Abelardo que recrean la historia del juego de billar en Salinas. Mi abuelo se llamaba José Isabel Sosa Medina y nació en Isabela. Allí tuvo una finca en el sector Las Marías del Barrio Bajuras, donde hoy ubica una urbanización y desde la cual se divisa el complejo hotelero “HAU” en la orilla del mar, que también eran parte de la propiedad. Edelmiro mi hermano visitó el lugar antes de que se urbanizara en compañía de Doña Tila, nuestra madre. Mirando aquel paisaje, ella le indicó esos datos y le identificó los árboles de mangó cubano que había sembrado mi abuelo en la finca, cuya semilla llevó desde Salinas.
Don Bello, que así le decían, apelando al nombre y también, según mi mamá, a la belleza de su pelo color oro, era un comerciante extraordinario, de los que se decían quincalleros; una mini tienda por departamentos ambulante. Le encantaban los pleitos, según me relato el doctor Juan Primitivo Cardona, por décadas el único médico con consultorio privado en el pueblo. Además era un aventurero. Vivió en todos los pueblos de Puerto Rico y por eso a mi madre le encantaba hablar de las curiosidades de los pueblos y en particular de los nombres de cada pueblo. Se embarcó para Nueva York con mi mama varias veces, allá para los años de 1920, cuando muy poquitos puertorriqueños se atrevían a viajar por mar durante dos semanas corridas, que era la duración del viaje en el vapor Coamo o Carolina, entre otros. El caso es que además le encantaban las cosas prohibidas, tal como el alcohol en la época de la prohibición, y sobre todo los juegos de azar, tales como barajas, topos, cartas y cuanto Dios creó. Intentó montar en Puerto Rico una fábrica de cerveza con una fórmula de ese producto que consiguió en el clandestinaje en New York. Trajo, no sé si a Puerto Rico, pero por lo menos a Salinas, el primer billar moderno.
El caso es que esa primera mesa de jugar billar se instaló en el local que ocupó posteriormente la última carnicería que hubo en Salinas, en la calle San Miguel, frente a la esquina de la Joyería Ruiz. El local, entonces propiedad de mi abuelo, era una prolongación del edificio La Llave de Oro, edificio que construyó Bello en 1923.
El coime de ese primer billar en Salinas fue un jovenzuelo llamado Abelardo, luego Don Abelardo. Este joven llegó a ser la mano derecha de abuelo, una especie de Sancho que sabía la vida y milagro de su Quijote. Así se inicio Abelardo como manejador de billares. Conocía a mi mamá y la quería muchísimo. Siempre fue una sorpresa cómo es que nos reconocía a todos los hermanos y siempre nos hablaba de sus correrías con abuelo por los campos de Salinas, en un coche tirado por caballos que iba cargando las más diversas mercaderías.
La pasión por los billares, ganada en su juventud junto a mi abuelo no tuvo nunca fin. Nadie que diga llamarse salinense y viviera en los años del Billar de Abelardo, puede desconocer de esa pueblerina estampa, pero vale indicar la génesis de ese icono: el Billar de Bello, muchísimo antes de que el tiempo se encargara de llamar a su descendiente el Billar de Abelardo.
© Dante A. Rodríguez Sosa, 2009.
Sigue contandonos sobre las cosas que ocurrian en el billar que recuerdes.
Bella historia. El billar de don Abelardo, a mis 15 no salia de alli, y mami le decia a Don Abelardo: mire no lo deje jugar que es menor, pero yo seguia todos los días despues de clases y alli comparti con ese ser tan especial que podía ser mi abuelo, Dios le tenga Cerca de él.
Las vivencias que recogen relatos como este de Dante son sumamente importantes para darle continuidad a la identidad de una comunidad. No importa dónde nos encontremos, compueblano Guillo González, narrar historia que se relacionan con nuestras propias vivencias le da sentido a la vida y actúan como bálsamo para nuestro espíritu. En Encuentro… al sur hay siempre una invitación abierta a los cuenteros que quieran compartir sus vivencias anécdotas y ficciones. Seguimos corriendo la voz, para que más amigos venga a este encuentro.
Que alegria ver el articulo sobre el billar de Abelardo, muchos fueron los ratos que pase alli en mi juventud!!!! GRACIAS DANTE!!!! Me llevaste a unos recuerdos preciosos que tengo de esa epoca, DIOS TE BENDIGA!!! Tu amigo, Guillo Gonzalez, un gran abrazo desde Miami!!!!!
Hola Dante, me quedé prendida de Salinas con su gente pintoresca y tus antepasados metidos en este bello cuadro de memorias. El billar era un juego que atrapaba a muchos y recuerdo que aquí en Buenos Aires, mucho concurrían a sus empleos, pasados de sueño por haber hecho carambolas hasta la mañana misma. Gracias por dejarme espiar el pueblo de Salinas, sus costumbres, y ese sabor nostálgico que deja los ojos húmedos. Muy bien llevado el relato.
Cariños.
Gloria
Recuerdo el viaje que hice con mi mamá Tilita a Isabela. Nos acompaño Nora, mi esposa. Ella estaba buscando sus raíces y !qué mucho gozó! Encontramos un señor que se acordaba de nuestro abuelo Bello y nos redondeó el viaje. Nos habló de lugares y de gentes que ahora no recuerdo. Solo recuerdo la alegría y el entusiasmo de mi madre.
A propósito de Abelardo, siempre que nos topábamos me decía que yo me parecía mucho a mi abuelo.
Muy bien Dante por traer al conocimiento de Salinas como se fue forjando este bendito pueblo.
Saludos.
Fantástico relato Don Dante. Cada vez me doy cuenta de lo poco que sabemos de nuestra historia. Es fenomenal, siempre quede impresionado del edificio donde estaba el billar de Abelardo. Me entristeció que eliminaran las ruinas que quedaban de ladrillos. Lo mismo sucedió cuando destruyeron el cementerio viejo, la muralla era majestuosa. Gracias por su valiosa aportación.
No recuerdo el billar de Bello. Quizá fue antes de mi tiempo. Pero al igual que con los callejones, Salinas tuvo su buen número de billares. Que recuerde, en Las Marías había uno, en la calle Palmer (de Ofy Baerga), casi llegando a El Pueblito, había otro. Daniel, Domitila y Abelardo dominaban el centro poblacional, después del Hospital había dos. Pero sin duda, los ¨Pezzonovantes¨ de las bolas, el triangulo y los tacos jugaban en Abelardo que, como cosa a destacar, era el más grande, viejo y descojonao de todos los arriba mencionados, pero también el que mejor nivelado estaba.
La estampa de Edwin es muy buena porque sabe emplear bien las palabras que evocan, con dignidad, un momento y un lugar que, hasta ayer, represento una coordenada física, una boya flotando el mar sin costas de nuestro pueblo.
Vargas Llosa nos dice que ¨La literatura es una forma de insurrección permanente¨ y lo es en muchos, sino en todos los aspectos. Insurrección en Edwin que se niega a aceptar que las generaciones venideras olviden a Abelardo y su billar e insurrección en Dante que hace de su comentario una obra intertextual que se sostiene en sí misma. Insurrección también en traernos un antecedente valioso para que, una vez plasmado, su olvido, si lo olvidamos, no exima a nadie de culpa.
También nos dice Vargas Llosa que ¨nadie que esté satisfecho es capaz de escribir, nadie que esté de acuerdo, reconciliado con la realidad, cometería el ambicioso desatino de inventar realidades verbales¨. Es por eso, porque tanto Edwin como Dante son escritores, más allá de lo que ellos buscaron ser y los convirtió la circunstancia, que es buscar en la escritura explicar y plasmar aquello que les inquieta.
Un aplauso a los dos.
Josué