La noche se llenó de misterio y un transito de ideas, todas ellas difusas e irreconocibles, le salieron al paso. Luchó con tenacidad contra unas manos anónimas que la estrangulaban. Se vio asediada por una muchedumbre enloquecida e intentó correr, pero cayó en un abismo que le abrió los ojos. Sobresaltada y nerviosa miró a su alrededor… Nada había cambiado: el crepúsculo atisbando por las hendiduras en las pareces, el anafre frío, las planchas de cinc agujereadas y el hombre resoplando su aliento avinagrado.
© Josué Santiago de la Cruz
Aplausos Josué, estas escenas se siguen repitiendo, la pobreza, la frustración, el machismo mal entendido, la indefensión ante la codicia de los gobernantes, la falta de educación, la vida primitiva en la que no se manejan las emociones sólo estallan y hieren al otro. Opino como Roberto que para esta pareja no hay esperanza alguna. Aquí, en la Argentina próspera de antaño, es cosa de todos los días. Roberto dice que es de 30 o 4o años atrás, lo invito a pasear por los villorios de Buenos Aires, que son nuestra verguenza y que parecen no dolerle a nadie.
Una denuncia literaria muy bien lograda, Josué!
Dios te cuide.
Gloria
Dicho de esa manera, se pueden
inferir muchas cosas. Creo que
toda su experiencia le sirvió para
hacer lo mismo. Una repetición.
Maribel
Secundo a Tito. Un pasado avinagrado por causa de la adversidad de la vida. Muy cacique.
Siento lastima por la mujer y una aversión profunda por el hombre, que solo puedo imaginarme que es su marido y también rufián. El escenario me recuerda condiciones de extrema pobreza de la que no pueden escapar, propia de 30 o 40 años atrás. En este cuadro no hay esperanza y ni los cupones salvan a esta pareja. Muy bueno y provocador.