La masiva emigración puertorriqueña a la ciudad de Nueva York marcó para siempre al pueblo puertorriqueño. Mientras ocurría la separación de la familia, cuajó en la Isla una nueva realidad que en apenas una década alteró usos y costumbres y modernizó al país. Los que estaban “allá afuera” se aferraron al instante dejado atrás, desconociendo que  en la isla ocurría un proceso de transculturación que inevitablemente transformaba el panorama social borincano.  Mientras, en el Barrio y en el Bronx, la mayoría de los puertorriqueños pujaban por sobrevivir en el paraíso prometido. Con escasos remedios para superar las condiciones económicas, no pocos sucumbieron ante la cultura del welfare, justificando como un acto de jaibería boricua lograr ser beneficiario de la asistencia social.

En medio de la maraña urbana, los boricuas se juntaban para afirmar su yo. Juntos equilibraban el asombro ante lo distinto del nuevo ambiente y lo dejado atrás. Los salinenses no fueron la excepción y en ese afán surgieron entidades como el Club Los Hijos de Salinas.  Hay detrás de esos juntes, historias que redescubrir, anécdotas que contar y hazañas que rescatar.

El álbum fotográfico que sigue estas notas intenta rescatar un pedacito de la historia de los salinenses “allá afuera”.  Son imágenes de nuestra gente en el lugar al cual llegaron un día, tras la partida del lar nativo.

Luego de la partida, es cierto que quedan atrás esencias inolvidables, pero la bendita memoria nos impide olvidar y cargamos con ella a donde quiera que vayamos.

srs