Manolito no jugaba con tierra,
ni tampoco a la guerra.
Se distraía con sus manos de seda,
atrapando insectos por la vereda.
Por una invisible anomalía,
lo inyectaban todos los días.
Cuando no orbitaba planetas del sistema solar,
parlaba de quimeras en lo profundo del mar.
Por veinte años no vi a Manolito
Y por el procuré allí en El Campito
Se fue y le va bien me dijo Margara,
tiene una tienda de cosas bien raras.
Llegué a donde seguro lo encontraría.
Me recibió diciendo con mucha simpatía,
“usted amigo que viene de lejos,
agarre una silla, no se vuelva pendejo”.
No levantó la mirada ni extendió su mano,
él siempre fue así, un tipo bien raro.
Ha sido su empeño besar la luna,
para eso ha amasado una inmensa fortuna.
Después de un buen rato,
pregunté, Cuánto vale ese aparato?
Mucho dinero contestó el pela-gato.
Ahora su achaque es evidente,
Y es la dolencia que sufre mucha gente,
Está lleno de codicia y amor al dinero,
¡Al carajo Manolito!, que el tipo es un carero.
©Roberto López
Estos versos sencillos de Roberto, recogen de las viviencias pueblerinas, verdades repetidas universalmente. Los dioses terrenales tiene el poder de ahuyentar las corrientes espirituales y lanzar al ostracismo las almas.
Dios Mío, ¡has dado en el clavo! No hay enfermdedad peor que creer que el dinero es felicidad, y vuelve a las personas distantes, desconfiadas y crueles.
Cuando alguien convierte al Dinero es su amo, se convierte en su esclavo, por supuesto no hay Médico que lo recupere. Es una enfermedad mortal.
Aplausos, verdades bien logradas.
Gloria