Cubierta de flores silvestres sobre la grama humedecida por el rocío. El cabello cubierto de hojas secas, rizos rebeldes tejidos con hierbas. Los brazos abiertos en abandono total, como quien se entrega sin reservas, con la mirada perdida en un plano superior al éxtasis. El pecho nacarado refleja tonos diferentes según la luz descubre los suaves contornos del cuerpo desnudo.
Alrededor, mariposas alegres se detienen a robar el néctar de las miramelindas. Al soplo de la brisa, se esparcen como pinceladas de color tratando de posarse en alguna musa.
Los pequeños pies asoman al camino como alas blancas de paloma.
En la rama del árbol cercano, una golondrina hace nido, mientras los buitres comienzan a rondar el cuerpo a la luz del alba. La orden de protección ensangrentada, juguete del perro realengo que pasaba.
La alondra que alegre cantaba de un disparo fue acallada.
© Marinín Torregrosa Sánchez
Un relato pictórico que cala hondo, una reflexión, un grito a plena luz y un escelente relato.
El mundo tiene buitres y alondras, lástima que los buitres ni por encantamiento se vuelven mansos.
Un cariño inmenso
Detrás de este cuento hay una genuina preocupación social. Una manera literaria de darnos un toque de alerta por un problema que a la altura de nuestra “civilización” debería ser una rareza. La descripción de la escena se me antoja fotográfica siendo ésta una pieza en que no faltan palabras para impactar nuestra distraida conciencia.
Muy buena Marinin, cada día eres más certera en los temas a los que debemos todos estar atento y que no se porque razón, será que ya la sensibilidad va cada día más en decadencia en este mundo, no nos percatamos de que todo tiene un tiempo y una hora. En nuestro terruño hace varias década el cazar palomas era algo destinado a satisfacer una necesidad básica, proveer alimento al hogar, hoy día tenemos un gran número de cazadores demostrando sus habilidades de tiro y nuestras palomas son alimento para los buitres…por que nisiquiera las recogen….