Reminiscencias de tiempos en que el Dios imaginario de la cristiandad consentía, inspiraba y regulaba la esclavitud, subsisten entre las escrituras constitucionales y prácticas penales modernas. En el contexto carcelario, tras el eufemismo de la rehabilitación, se revela la evidencia…
Según nuestra Carta de Derechos (sección 12): “No existirá la esclavitud, ni forma alguna de servidumbre involuntaria,
salvo la que pueda imponerse por causa de delito, previa sentencia condenatoria.” Esta salvedad -o excepción- evidencia que la mentalidad esclavista no ha sido abolida terminantemente, y que la servidumbre involuntaria sí puede imponerse con fuerza de ley. Nada extraño, pues el encierro carcelario implica la suspensión de derechos civiles; la subordinación de la dignidad humana a la sádica lógica penal del sistema de justicia.
La integración de organizaciones religiosas al ámbito correccional empeora la situación. Sus credos arcaicos socavan los frágiles enclaves democráticos, incluyendo los residuales de dignidad de la población confinada. Recordemos que el Dios bíblico no condena la esclavitud: “Esclavos, obedezcan en todo a vuestros amos de este mundo, pero no con obediencia fingida (…) sino (…) temiendo al Señor.” (Colosenses 3:22-24); “Criados, sed sumisos, con todo respeto, a vuestros dueños, no sólo a los buenos e indulgentes, sino también a los severos.” (Pedro 2:18)
Cualquier empresa de ánimo lucrativo, incluyendo la religiosa, dirá que el trabajo para los presos es una experiencia rehabilitadora (curadora y sanadora). La paga poco importa, por eso es simbólica. La queja, ¡inadmisible!: “Exhorta a los siervos a que se sujeten a sus amos en todo, que sean complacientes, no contradiciendo.” (Tito 2:9) Encerrados involuntariamente y adoctrinados en los misterios de la fe, renacen, pero como fuerza laboral sin derecho salarial. Y agradecen: “Todos los que están bajo yugo como esclavos, consideren a sus amos como dignos de todo honor…” (Timoteo 6:1) Rehabilitarse es “convertirse”, sí, en mano de obra barata, mansa y obediente: “Siervos, obedeced a vuestros amos en la tierra, con temor y temblor (…) como a Cristo.” (Efesios 6:5)
Ignoradas las inconsistencias morales del cristianismo, la Biblia legitima la esclavitud y anima a venerar incondicionalmente al amo real, por caprichos de un Señor imaginario. La moral esclavista de la cristiandad contradice la ética democrática, que aborrece la esclavitud en cualquiera de sus manifestaciones, sean favorecidas de Dios o practicadas en ley por el Estado.
© Gazir Sued, doctor en filosofía
Citar la Biblia por pedcitos y sacada de su contexto histórico siempre lleva al error. Más aún cuando hay odio en el que lo hace. Usted señor de nombre árabe examine las hermosas enseñazas de Cristo y verá la riqueza de la mismas. Ahí lo que se respira es paz.
No cometer el error de citar pasajes de la Biblia literalmente. Hay que recordar que esta es una colección de escritos de hace miles de años que no van a la par con nuestra realidad actual. El problema con las religiones en estos días es que todavía existen personas que quieren aplicar la sabiduría de aquellos tiempos a estos tiempos. Si digo sabiduría, porque el que lee la biblia puede ver que hay algo de sabiduría en ella, pero es una locura tratar de pensar que la podemos aplicar a estas alturas.