Nunca imaginé que Ricardo estuviera tan interesado en escuchar el Mensaje de Presupuesto del Gobernador.  Desde antes de comenzar, Papote y él, con lápiz y libreta en mano, esperaban ansiosos frente al plasma.

A  la marquesina se acercó Pablo gritando:

—Ricardo… ven, las prácticas de baloncesto comienzan ya mismo en la cancha.

—No…, ¡vete tú!, voy más tarde.

—Este muchacho está cambiando… a ver si coge vergüenza y supera al corillo de la barriada y se mete a legislador, dije mientras la gritería en las gradas del Capitolio crecían en intensidad y fastidio.

Doña Germina me había dicho que tuviera cuidado, porque Ricardo andaba mal acompañado y merodeando por el punto.

Verlo tan atento escuchando el mensaje del gobernador y la repartición de chavos para arreglar este país quizás era indicio de que le interesaban cosas más importantes que las que rodean nuestra mantengotoria pobreza.

— ¡Gané, gané!…, gritó cuando el Gobernador pronunció las frases de despedida.

Ajeno a lo que sucedía, vi salir eufórico a Ricardo en dirección a la cancha.

— ¡Te lo dije!, que apostaras a que el Gobe establecería un nuevo récord de aplausos durante el mensaje de presupuesto.

©srs