La opresión de los seres humanos es
una constante histórica.

Predecir el fin del mundo desde los púlpitos, no es
solo un insulto a la inteligencia, sino también un acto de opresión.

A los quincalleros de profecías y milagros, al
parecer les habla otro dios distinto al Dios que habló con Jesús, el Nazareno.

Jesús, conocedor de la naturaleza humana, entronca su vida en una tradición de
esperanza y liberación por la cual es perseguido y torturado hasta la muerte.

Mensaje que muchos de sus seguidores han trastocado en evangelios esclavistas de
culpas y temores.

Tales mercaderes de la
mentira y del desasosiego, cargan el pecado de la opresión con el cual explotan
la buena fe de mucha gente.

Por eso, los
dejados, los que no fuimos arrebatados de este mundo el sábado 21 de mayo
pasado, repudiamos sus prédicas ajenas a la verdad.

Quizás lo mejor es reafirmar
la esperanza y la continuidad del mensaje humano de Jesús, mientras la energía que
emana de las incognoscibles fuerzas del universo, no interrumpan la continuidad de
la existencia.

srs