“Nos construimos en función de la mirada de los otros en las redes sociales”, asegura la antropóloga Paula Sibila. Facebook favorece que la apariencia importe más que la esencia de uno mismo
Paula Sibilia es una antropóloga argentina que vive en Brasil y ha publicado un libro de amplia repercusión: La intimidad como espectáculo. “Las nuevas tecnologías –dice– han cambiado nuestra manera de ser, nuestra subjetividad, la forma en la que nos construimos como sujetos. Hay un desplazamiento de eje. El sujeto moderno, del siglo XIX a los años 60 del siglo XX, tenía su eje en su interior, en ser fiel a su esencia y no variarla a lo largo de su vida. Hoy, el eje se ha desplazado hacia el exterior. Nos construimos en función de la mirada de los otros. De la esencia hemos pasado a la apariencia. Los diarios íntimos o las cartas eran un diálogo consigo mismo o con una persona concreta, hoy los blogs, las redes sociales, consisten en la exhibición pública del Yo. Y en muchas novelas autor, narrador y protagonista es la misma persona”.
La introspección, las confesiones, el mismo psicoanálisis intentaban descubrir esa esencia de uno mismo y sus fuerzas oscuras. Según Paula Sibilia, ahora lo importante ha pasado del interior a lo que se ve, al aspecto físico: lo que otros pueden ver es lo que nos define y definimos a los demás. No es algo nuevo. La novedad es que la subjetividad contemporánea necesita desesperadamente la mirada del otro, mientras el Yo burgués del siglo XIX tenía otros recursos, especialmente la cultura letrada, no la de la imagen.
Paula Sibilia considera que hay una parte positiva y otra negativa. La positiva es que ya no necesitamos ser fieles a una identidad, fija, estática, toda la vida, sin desviarnos un milímetro de ella, permitiendo ahora que nos reinventemos y ser más creativos. La negativa es que en los sujetos frágiles ese estar alterdirigidos, esa necesidad de construirse constantemente en base a la mirada de los otros y no en la propia interioridad “excluye la posibilidad de refugiarse en uno mismo.
Mucho más que en otras épocas se está pendiente en las redes de los comentarios, de cuántos amigos se tienen, si gusta o no gusta, de los seguidores. Si lo importante no es la esencia sino la apariencias, necesitas ser visible para existir. La diferencia entre una persona y un personaje es la soledad. Un personaje nunca está solo, siempre hay alguien que los ve o sabe lo que les está pasando. Ya no son los 15 minutos de fama de Warhol, sino todo el tiempo. Y para eso te has de inventar personajes, competir con técnicas de autopromoción personal en el mercado de las miradas, espoleados por la publicidad, el cine o la televisión. Y esa necesidad de cambiar constantemente de identidades –incluida la obsesión por la estética y la cirugía–, genera una subjetividad muy vulnerable y extiende el mal contemporáneo: la ansiedad, pero también anorexia, depresión, pánico, hiperactividad o desconcentración”. Si antes la gente podía seguir el relato cronológico de su vida mediante un álbum fotográfico, con su aura material, ahora las fotos digitales son de usar y tirar, mostrarse un momento en Facebook o Fotolog y luego descartarlas. La identidad deja de ser estable. Se vive una época de transición: la apariencia aún necesita el contrapunto de la interioridad y subsiste la conciencia del desajuste entre la apariencia y lo que uno es.
¿Qué es real y qué es ficción? Tal vez, como dice el poeta Albert Roig: “El 90% no es verdad y sólo el 10 por ciento es mentira”. O –dice la antropóloga de la Universitat de Barcelona Mercedes Martorell– “los personajes que nos inventamos para tener la aprobación de los otros también son reales”. El disfraz revela a veces más de una persona que el espejo.
Fuente: La Vanguardia.Com / 28 de julio 2011.
Autor: Josep Massot
Ciertamente en el mundo cibernético se puede crear con mayor facilidad una imagen de uno mismo que no se corresponde con la reaidad. Pero en la vida real también no son pocos los que se pasan aparentando lo que no es, independientemente de la realidad conocidad por el otro.
“Me Gusta”. Felicitaciones.
Bueno estas afirmaciones hay que tomarlas con pinzas. En primer lugar hay que recordar la frase harto conocida de que el ser humano es un animal social, es decir siempre vive en relación con el otro, por lo tanto eso no representa ningún cambio. Lo que ha cambiado son los medios donde se efectúa esa relación. Lo que quizás pueda admitirse es que las redes sociales han potenciado como nunca el ejercicio de las relaciones de uno con los otros. Podría afirmarse que hasta cierto punto la aparición del medio cibernético a democratizado y permitido que el “común de la gente” exprese sus sentimiento y opiniones delante de un público más extenso.
No creo que yo sea mi Facebook, la identidad es un proceso en continua ebullición apachurrada por el adoctrinamiento del que somos víctima y del cual no logramos zafarnos totalmente. Si no lo cree, imagínese un ateo que a la hora de un dolor intenso grita ¡Ayy Dios!
Lo que puede catalogarse como un problema de salud es la adicción al medio, el que sea. Y sabemos que hay personas que no conciben su vida sin un celular, sin la televisión y sin la Internet. Pero la identidad no deja de ser estable por el medio mismo, son simplemente herramientas donde también se expresan las disfunciones humanas, que viene por otros caminos emotivos, sociales, genéticos, etc.
Si bien las tecnologías han influido en la forma de expresar nuestro ser no determina su construcción ni se convierte en eje de ella, salimos siempre desde adentro cargando influencias exteriores, claro que sí, pero eso ha sido así desde los orígenes del ser humano.