La noche cayó al resplandor de sus ojos. La señal era digital, muy clara, premonición de una aciaga curiosidad, de una conclusión dramática, de un desenlace cruel. Todos los días se desesperaba mirando las manecillas del reloj porque a las ocho de la noche comenzaba una nueva trama. Odiaba los anuncios y cuando interrumpían la novela por algún apagón o alguna noticia, salía al patio y encendía un cigarro.
En su mundo, encerrado dentro de la pequeña pantalla, pudo adivinar que la mosquita muerta era hija de un acaudalado señor llamado Don Cristóbal Bustamante, la drama cruel de WAPA TV en conjunción a la industria del Hollywood mejicano.
El gobernador interrumpió el canal y prometía un Puerto Rico mejor mientras un senador mostraba su trasero y a Chuchin no lo dejaron re enlistar…
— ¡Te lo dije que la hija de Don Cristóbal era novia de su propio hermano!
—Si pero, él va a terminar casándose con la “Guaica”.—predijo el niño dejando su asignación a un lado.
Al rayar las siete de la noche apagó las luces y comenzó “La Comay“ mostrando la cabeza de un hombre decapitado. Entonces le preguntó a su vecina.
— ¿Viste los cortes de la nueva novela?
Luego volvió la interrupción.
©Edwin Ferrer
Son muchos los esclavos de las novelas.
¡Que triste! Asi no vamos pa’ ningun lado…Muy bueno para despertar conciencia, la raiz del mal está ahí, precisamente en el hogar.El que tenga oidos…