A mis vecinos de antaño-Barrio Coquí 1976

Pasada la media noche desperté sobresaltada por los gritos de mi bebé. Aunque hice hasta lo imposible para calmar su llanto, no lo logré. Lo tomé en mis brazos, le acurruqué en mi seno, intenté alimentarlo, busqué su pañal. Todo fue en vano.

― ¿Qué estará pasando? Me quejé aturdida por la incertidumbre.

En ese instante, los perros del barrio aullaron: primero uno, luego dos, luego decenas se unieron al lastimoso quejido de mi bebé. El concierto erizó mi piel.

De repente se escuché un espantoso grito de mujer que heló la sangre en mis venas.

Deposité mi bebe en su cuna y fui hacia la ventana que daba hacia la calle principal. Descorrí la cortina pero la oscuridad de la noche no me permitió ver movimiento alguno.

Siguió un silencio. Sigilosamente abrí la puerta del frente de la casa y salí al balcón. Fue cuando escuché su último suspiro.

El asesino pasó frente a mí, sin prisa, sin mirarme siquiera.

El cuchillo, ensangrentado 150 veces, aún en sus manos.

©María del Carmen Guzmán