Por José Manuel Solá Gómez
Para bien o para mal—aunque recordar, pienso yo, siempre nos hace bien, pues nos ayudan a reconocer el
camino andado—he estado evocando los años 1950 cuando salía de mi humilde hogar por un caminito bordeado de amapolas y flamboyanes.
Hablo de aquella época en que pensábamos que podríamos derrotar la desesperanza. Y reflexionaba en todas estas cosas mientras escuchaba música en el moderno medio de YouTube.
Ah… los años ’50… Si, hablo de aquellos años cuando por las tardes Rafael Pont Flores comentaba las noticias deportivas por WKAQ Radio en un programa que era auspiciado por la cerveza Pabts Blue r
Ribbon. Antes de aquel programa radial escuchábamos a Raúl Carbonel en un personaje llamado “Leonardo Moncada”, que yo no podía perderme. (Por lo menos, a mi casa no había llegado la televisión, gracias a Dios). Detrás de Leonardo Moncada, hacía su aparición el Hombre Mono: Tarzán, cuyo intérprete desconozco.
Las cervezas de mayor consumo eran la India y la Corona. El arroz, Sello Rojo. La salsa, Del Monte. La ropa elegante de hombre: La Esquina Famosa o San Río. Los discos de mayor difusión llevaban el sello Marvela. Los principales periódicos, El Imparcial y El Mundo.
La criminalidad se circunscribía a probablemente un sólo nombre: Correa Cotto. (Si andaba por Ponce, la gente de Caguas cerraba temprano puertas y ventanas).
El escenario político-partidista era dominado por la figura de Luis Muñoz Marín, aunque hubo voces que transitaron la misma escena con un timbre recio, como Gilberto Concepción de Gracia o Ernesto Ramos Antonini.
En la literatura se hacían escuchar grandes escritores, poetas, dramaturgos, estudiosos, como por ejemplo, Nilita Vientós Gastón, René Marqués, Enrique Laguerre, Abelardo Díaz Alfaro…
En la División de Educación a la Comunidad… Madeleine Willemsen… En fin, son tantos los nombres que en este momento se me escapan… Pero que sé que con un pequeño esfuerzo mi memoria puede recuperarlos…
Pero la música. Ah, caray, la música… Digo el nombre “a la soltá” y estoy seguro de lo que digo. Si alguien dominó la música popular, ese fue Felipe “La Voz” Rodriguez. No había radio ni vellonera donde no se escuchara aquella voz que rompió todos los moldes. Ello porque, probablemente Felipe Rodríguez recogió en su cantar la angustia soterrada de nuestra gente, la que no se permitía —hasta entonces—que aflorase a los ojos o a la garganta. Si, muchas de aquellas melodías eran tangos adaptados al ritmo del bolero, pero de tal forma que acariciaba aquellos “poemas con música” que él y sus Antares entregaban al pueblo.
Algunos han dicho que eran “corta-venas”. Y yo pienso: ¿y qué? Tantas veces canté, siendo yo una caricatura sincera de Felipe Rodríguez, Rebeldía, China Hereje, Copas y Amigos, Golondrina Viajera, No te perdono más, Cárcel sin rejas… Una danza que no he vuelto a escuchar: Ídolo Roto. Novela. Pobre Gaviota…
Ahora cualquiera que pueda moverse como un primate y pronunciar eso que llaman reggaetón, mientras suda profusamente, es tenido por “artista” gracias a las técnicas de mercadeo y a la deformación cultural de las nuevas generaciones. En los años cincuenta no era de esa manera. Grababan un disco de 78 r.p.m. en acetato —de aquellos que si caían al suelo se volvían añicos— y con buena suerte, pero sobre todo si tenía talento el artista, podían llegar a las favoritas de las ondas radiales.
Ah, llegó una época en que muchas chicas usaban unas “enaguas can-can”, eso lo recuerdo. Y en Caguas uno compraba los discos en una tienda llamada Violeta’s Book Shop. Bueno, los varones usábamos los infames tubitain (o como sea que se escriba).
En esas cosas pensé por un buen rato. Perdonen, pero ahora voy a tomarme un vinito, voy por “la última copa”….
©JMS
Nací en el 1955 pero me emociono leyendo y recordando y valorando tiempos maravillosos . Mi abuela me enseñó lo que era respeto y fe en Dios .Hoy hablé con Don Raul Carbonell padre y quise entrar en esos años en que su voz se oía en las novelas de radio
Sencillamente excelente.