¡Hay que sobrevivir, hermano! Como se pueda… Como se pueda, arrastrando los pasos por las calles girando en falso entre el gentío, sacando pitos y cornetas, disimulando penas entre gritos, descendiendo al abismo de las cosas, aceptando limosnas del diablo mismo, inaugurando citas de notables, a codazos, con flores en el ojal hechas racimos. Hay que sobrevivir en esta rueda de locos de comparsa, de vivillos, aprender esperanto en las esquinas, consentir fugitivos, cambiar caricias por billetes, desdecir lo que dijimos. Hay que inventar la maña y la destreza, afinar los sonidos, enterrar a los muertos en cuchetas para que nunca salgan de su sitio. Hay que comprar tridentes en el kiosco, unirse a procesiones de domingo, montar negocios superredituables, vender la juventud en cápsulas y estirar el pellejo hasta el oído. Hay que sobrevivir, hermano, dando barajas falsas en el juego, escondiendo aquel as en el bolsillo, matando a Dios en cruces de madera, repartiendo panfletos clandestinos, pariendo esperanzas pululantes, recorrer los pasillos de la trampa, comer en mil mesones corrompidos, conformarse con mimos alquilados, lacrar a fuego los postigos. Hay que hundir hierros en los ojos y atar las lenguas para que no se escapen las palabras, hay que cerrar los grifos. Aquí todo va bien. No pasa nada. El mundo en un cuento de beodos que tiene un buen final para sus hijos.

©Gloria Gayoso