Por María del Carmen Guzmán

En estos días, mientras conversaba con una “profesional” de la educación pública sobre problemas en el sistema educativo y situaciones en la escuela de mis nietas, esa frase salió de su boca para ¿disculpar? O quizás ¿excusar? la situación de este país o para ¿insinuar que yo vivo o pretendo vivir en otro mundo, uno irreal?

Me molesto su expresión. La tomé como una forma de escapismo, como quejas que merecen cambios inmediatos, quizás porque estoy acostumbrada a buscar una solución a los problemas atacándolos de inmediato. Esa reacción surge de la experiencia acumulada a lo largo de 17 años trabajando en el manejo de emergencias y porque no entiendo o comprendo la dejadez de los empleados de las agencias de gobierno. Mi respuesta a su frase “celebre” fue: —Precisamente, esa mentalidad es la que nos tiene como estamos.

Al llegar a casa busqué la palabra lamentable en el diccionario (por si el diccionario pudiera “iluminarme” o proveer un significado desconocido para mí). Me di cuenta que la “profesional” tiene muchísima razón.

Según el diccionario de La Real Academia Española la palabra lamentable proviene del latín (lamentabĭlis). “Que merece ser lamentado o es digno de llorarse. Dicho del estado o del aspecto de una persona o de una cosa: Estropeado, maltrecho. Que infunde tristeza y horror.”

La condición de nuestro país es digna de llorarse porque Puerto Rico esta estropeado y maltrecho e infunde tristeza y horror

María del C. Guzmán