Yo la vi aquella noche

Para siempre dormida

Con su rostro inmutable

Ya apagada su voz

Flotaba en el corpiño

De tela blanquecina

Que rodeaba su cuerpo

Cual un ángel de Dios.

 

Y le dije en silencio

Al creador del mundo

Señor del Universo

Y mi madre partió

Y no hay rosas

Ni jazmines

Que comparen su aliento

Ni vergeles ni glorias

Que mitiguen su adiós.

 

Pero tú te la llevas

Sutil de mí regazo

Tal vez no merecimos

Su cariño sin par

Cuídala Padre Nuestro

Que mi madre fue el vaso

Donde bebimos agua

De tu amor celestial.

 

© José A. Santiago