Opinión
por José Pepo Santiago
Como llamar a los llamados pobres de este país, si pobres que viven como ricos, o ricos con apariencia de pobres. La cultura del mantengo, como definen los antropólogos el fenómeno social, producto de las mentes oportunistas de quienes dirigen al país y de las dádivas que recibimos mediante fondos federales de la gloriosa nación norteamericana, han provocado la debacle social y económica de Puerto Rico. Causando que más del cincuenta por ciento de la población no produzca ni bienes ni servicio que nos lleven a una economía sustentable. Creando personas que viven sin ninguna clase de compromiso a favor del país. Provocando que alguna gente obtenga a cambio, no beneficios que ayuden a una mejor calidad de vida para todos, sino, lujos y comodidades sin el más leve esfuerzo. Ese es el único beneficio que hemos obtenido del dichoso mantengo, un Puerto Rico destruido, tanto en lo social, como en lo económico.
Por eso hay personas con etiqueta de pobres, recibiendo todas las ayudas del gobierno: subsidio de agua, luz, teléfono, vivienda, un plan de salud, que no paga ni los deducibles a médicos y laboratorios y son propietarios de automóviles de lujo y otras extravagancias. Lujos que no pueden darse la mayoría de las personas que producen para sostener la economía del país. Siempre proclamando el “hay bendito” para los pobres que viven como ricos y enriqueciendo a los políticos que son electos por el voto de los pobres ricos.
Si evaluáramos concienzudamente la crisis social y económica existente a nivel mundial, nos daríamos cuenta de que esta es causada por los líderes que gobiernan las naciones del mundo. Nuestros políticos de oficio con su continua malversación de fondos públicos y su constante agresión contra todo el que difiere de sus posturas— esa represión y ese control de la vida del ciudadano común que no les permite el pleno desarrollo y bienestar— es una de dos razones por la cual nos encontramos en esta monumental crisis. La otra es la maldita cultura del mantengo que nos está llevando día a día a ser menos productivos.
Mientras otras naciones con una cultura de trabajo basada en la producción de bienes y servicios van saliendo de la crisis, nuestros líderes continúan la lucha para aumentar el mantengo. Dádiva que asegura el consumo de los bienes y servicios que produce o apadrina la nación que nos tiene bajo sus alas protectora. Ayudamos, o nos obligan, a fortalecer su economía mientras la nuestra continua en picada. Un verdadero engaño, que ironía hacerle creer al pueblo de Puerto Rico que lo están ayudando, cuando la realidad es que lo están destruyendo económicamente.
Los político de oficio extendieron la cultura del mantengo a un plan de salud del gobierno para beneficio de los pobres ricos que ni trabajan ni generan ingresos, aun cuando consumen más y mejores bienes y servicios que la mayoría de la pocos trabajadores que todavía producen y que no cualifican para los beneficio que ostentan los pobres ricos. ¿Por qué ha resultado en un fracaso el plan de salud del gobierno?
Veamos el siguiente ejemplo, dona Paula va al veterinario con su perrita de raza por la cual pago trescientos dólares a un tratamiento que costo doscientos cuarenta dólares. Sale de la oficina más que satisfecha y sin quejas por los costos. Dos días más tardes va a sala de emergencia y arma tremendo reperpero por que le cobraron cinco dólares de deducible. A quien trabaja y no puede darse el lujo de un perro de raza y sus cuidos, ni tiene derecho a la tarjeta de salud del gobierno, le cobran cincuenta dólares en sala de emergencia. Son los políticos de oficio, sus amigos que administran las aseguradoras y los pobres ricos que van a sala de emergencia hasta por la picada de un mosquito, puesto que no pagan o pagan un bajo deducible, quienes tienen en quiebra el plan de salud del gobierno y provocan el encarecimiento y la pobre calidad de los servicios médicos.
¿En manos de quien está la solución? En los políticos de oficio que gobiernan al país, quienes por miedo al voto castigo de los pobres ricos, no resuelven. Descalificar a los que trabajan, que son los que aportan al fisco, de los beneficios del gobierno no es lo justo. La solución, todos los ciudadanos deben en mayor o menor grado tener derecho a los beneficios. Que todos paguen por la tarjeta de salud de acuerdo a sus ingresos, pero reconociendo que todos los ciudadanos responsables del sustento de una familia tienen ingresos. Que se acepte la obtención de un buen cuidado de la salud como la primera opción para cada ciudadano. Que aun cuando los costos varíen todos tengan la responsabilidad de pagar deducibles por los servicios medico hospitalarios y laboratorios. Que aun cuando se sigan cobrando las primas del Fondo del Seguro del Estado y la ACAA, la planta física y la administración de esas entidades sean eliminadas o anexada a las instituciones hospitalarias del país y los fondos pasen a ser parte de un único plan de salud para toda la población. Un plan al que cada empleador o compañía privada tenga la obligación de aportar por cada persona empleada.
Estas alternativas eliminarían la carga fiscal que representa el actual sistema de salud del gobierno, convirtiéndolo en uno sustentable. Si a esto añadimos un enfoque a la prevención y no a la cura de enfermedades se cumpliría con el compromiso de una mejor calidad de vida para toda la ciudadanía.
© José Santiago Rivera, Sebastiopolo
Sus muchas veces atinadas observaciones se confunden con un análisis muy pobre de los síntomas que usted señala en su diátriba contra las contradicciones de un sistema que funciona en base a la irracionalidad de una sociedad cuya brújula es el lucro y el consumo de bienes de lujo. Añádale el exceso consumista de bienes de consumo de corta vida, dentro de un cuadro en donde la actividad económica se basa en producción de servicios inútiles a la sustentabilidad como es el caso de la publicidad y el negocio de velar al otro (la vigilancia de la propiedad privada corporativa), por mencionar dos ejemplos de peso que ocupan un sector enorme de nuestra clase trabajadora. Podríamos seguir mencionando ejemplos pero eso no es análisis. Las claves para un análisis profundo de los síntomas a los cuales usted reacciona utilizando categorías ideológicas como pobres y ricos, confundiendo circumstancias de consumo con respecto a los que usted llama pobres, deben ser buscadas en el contexto de un análisis del sistema capitalista que todos reproducimos desde distintas posiciones socio-económicas.
Su frustración es desde luego muy comprensible, somos muchos los hijos de ese muerto. Pero la misma no justifica su injusta y desacertada diátriba contra “los pobres” y “ricos” repartiendo culpa por igual sin mucha distinción ni análisis , fuera de sus alegados niveles de consumo y productividad.
A fin de cuentas, recuerde que en el capitalismo no hay riqueza si no hay pobreza, es parte de una fórmula más amplia que se le ha llamado la dialética del amo y el esclavo. No hay amos, si no hay esclavos y viveversa.
Atentamente,
Pedro Ángel Rivera
Gracias Sergio bonito aporte tus comentarios.
Sobre el mantengo
El régimen colonial puertorriqueño tiene su piedra fundacional en el mantengo, llámese situado mexicano, PRERA, PRRA, Welfare, cupones de alimento, PAN, Fondos federales o Fondos ARRA. Pero debo aclararte José, que el sistema de dependencia que bien dices corroe el espíritu de mucha gente no es una atadura exclusiva que actúa sobre las clases bajas. El mantengo aquí prácticamente nos ata a todos, mata la dignidad del trabajo, provoca corrupción y esclaviza las conciencias.
También las clases altas, políticas, religiosas, profesionales y comerciales marcan su derrotero navegando en la corriente del mantengo. Los imperios hábilmente utilizan controles sutiles para sostener su poder y privilegios. Esa manutención social genera la dependencia que sostiene el régimen así como los males sociales que empobrecen nuestra calidad de vida. Es así como se quiere que ocurran las cosas, ese es el terrorismo al que estamos sometidos, el tráfico de drogas que envenena nuestra psiquis y enferma nuestro cuerpo, el bombardeo mediático que controla nuestra mente y el consuelo religiosos que nos conforma con la esperanza de una mejor vida después de la muerte.
En concreto, recibimos mantengo no importa la clase social. Los pobres reciben el PAN y los subsidios, los estudiantes sus becas Pell, que a su vez subsidian la educación superior privada, los profesionales reciben dinero de propuestas para sus negocios, investigaciones y proyectos, el gobierno central y los municipales subsidios federales, las entidades sin fines de lucros y las comunidades de fe también son propuesteras. La lista es interminable. Y peor aún, los movimientos a antirregimen también son subsidiados ya sea por fondos electorales, como el caso del PIP o por fondos de propuestas para trabajo comunitario. Nada que, dime quién te paga y te diré como piensas o hasta dónde vas a actuar.
No creo justo echárle toda la culpa a los pobres, ni a los del caserío, de una situación que a ellos le fue impuesta. Cierto que puede dar coraje que algunos beneficiarios de la asistencia social al parecer la pasan mejor que los que trabajamos, pero quien fomenta esos estilos de vida es el sistema, como bien dices para matar iniciativas, arruinar el entorno social y perpetuar la pobre educación. Por ahí dicen “a quien la amarga un dulce” y te digo, quizás el dulce del mantengo y la dependencia no nos amargue, pero ciertamente terminará envenenándonos.
No sucede sólo en Puerto Rico, hay una categoría de gente que se acostumbra al subsidio y no valora el esfuerzo, no tienen proyectos más que vivir “de arriba” y tampoco valoran el trabajo del otro porque desconocen su sacrificio. Me temo que esta epidemia sea muy difícil de erradicar, especialmente con políticos a los que sólo les preocupan sus bolsillos. El ciudadano es un rehén.