Tillita Sosa
Tilita Sosa

Mi abuelo materno llevó por nombre Gregorio Santiago. Lo apodaban Goyo. Era hijo de María de la Paz Santiago, quien, según escuché decir en el seno de la familia, era hija natural del agricultor corso Antonio Carattini y de la comerieña Concepción Santiago, “Concha”.  María de la Paz Santiago, según la describe Panchito Meléndez, era una mujer alta, de cabellos rubios y de porte altivo y señorial. Su ascendencia corsa seguramente la distinguía del común de la población, donde el mestizaje es el rasgo sobresaliente.

Mi abuelo Goyo heredó físicamente esos rasgos, aunque otros le atribuían parecido a un tal Juan Mundo, de quien se decía que era hijo, hecho que nunca escuché confirmar.

Abuelo tenía una hermana llamada Petronila (Petrona) Santiago, entre cuyos descendientes figuran el educador Diosdado Dones, el periodista radial Panchito Meléndez y el líder recreativo José Aníbal Soto.

Abuelo Goyo, además de atender el acueducto (el pipote ubicado en el Patio Ortiz), era gallero y mayormente criador de gallos de pelea. Era analfabeto, pero mi tía Luisa, una de sus hijas, contaba que había que leerle el periódico religiosamente todos los días. Mientras fue empleado del acueducto municipal vivió en una casa construida por el municipio que existió en la calle San Miguel, al lado izquierdo del Parque de Bombas, donde vivió después también Cabo Lalo Lebrón con Elba. A su casa llegaban de visita el juez, el médico y la “aristocracia” del pueblo porque, a pesar de ser analfabeto, propiciaba exquisitas tertulias sobre cualquier tema, en una época en que conversar era el pasatiempo favorito. Recuerdo que era alto, como los Carattini, y con ojos entre verdes y azules. Murió de pulmonía cuando yo tenía once años.

Mi abuela materna se llamaba Aurelia Ortiz Díaz, hija de Francisco Ortiz y Carmen Díaz. Le decían Nena. Era una mujer de baja estatura, de tez parda y cabellos negros largos.

Abuela Nena le tenía terror a las tormentas. Cuando anunciaban la presencia de una tormenta en el Caribe, la ansiedad se apoderaba de su existencia. Su intranquilidad exasperaba a sus hijos y se la pasaba de un lado para otro enliando[1] ropas y protegiendo sus pertenencias. Su miedo no era infundado: le nació durante el devastador huracán San Ciriaco, justo en el último mes de uno de sus embarazos. En medio de los fuertes vientos a la abuela le dio con parir. Cuando comenzaron sus dolores de parto, la furia del huracán destruyó la casa de madera, dejando sólo el piso que se levantaba sobre socos. Los que estaban en la casa se refugiaron debajo del piso. La abuela se estaba retorciendo con los dolores de parto. A punto de dar a luz, la colocaron sobre una plancha de zinc y desafiando los vientos y la lluvia de San Ciriaco, con el agua a los tobillos, la cargaron hasta la casa grande de sus padres, donde parió.

Aurelia Ortiz Díaz
Aurelia Ortiz Díaz

Después de la muerte de abuelo Goyo, abuela Nena mantuvo la costumbre de que se leyera el periódico en voz alta en varios momentos del día. A las tres de la tarde, solíamos tomar café y parte del ritual era leer secciones del periódico El Mundo para la abuela.

Abuela Nena y Gregorio Santiago se casaron en el verano de 1885. Creo que tuvieron siete hijos. El primero fue una niña, a la cual se le puso por nombre Carmen, igual que el de la bisabuela. Tía Carmín emigró a Detroit donde se criaron sus tres hijos Teté, Roberto y Warren. En los Estados Unidos vivieron gran parte de sus vidas, hasta que mi prima Teté decidió regresar con ella a Salinas. Tía Carmín vivió sus últimos años en la urbanización La Margarita. Falleció recientemente de casi cien años de edad.

Sobre mis abuelos paternos no puedo decir prácticamente nada. No los conocí. Sólo sé que eran del noroeste de la Isla. Mi abuelo paterno se llamó Augusto Sosa y era de Isabela, supuestamente del barrio Jobos. Papá solía decir que sus antepasados habían emigrado desde Ibiza, una de las Islas Baleares. Mi abuela paterna era de Quebradillas y se llamaba Desideria Medina. Es todo lo que sé sobre ellos.

© Virgenmina Sosa Santiago (Tejido Solariego, Editorial Abeyno, 1999)


[1] Expresión coloquial por liando