por José Manuel Solá

arboles caídoCuídate de los que siempre te dan la razón, de quienes te elogian todo el tiempo; esos serán los primeros en aplaudir cuando caigas del falso pedestal al que te elevaron; luego te dejarán solo y ya ni te reconocerán. Porque, créeme, así es la condición humana.

Personalmente, ni en mis pequeñas derrotas ni en mis pequeños triunfos he sido arrogante. Siempre he evitado ofender tan siquiera a quienes me provocan; si así lo hiciera, entonces eso sería una derrota de mi espíritu. Y mi corazón no es así.

Si alguno (o alguna, claro) buscase provocarme, procuro seguir mi camino y dejarlo (o dejarla) con un par de bendiciones. Y si por error yo pudiese ofender a alguien, entonces ofrezco mis disculpas, lo que realmente expresa mi corazón.

El que se cree más alto no siempre es el más grande pues la verdadera grandeza de un ser humano se mide de los hombros hacia arriba. Las posesiones materiales, por ejemplo, dinero, residencias suntuosas, vehículos ostentosos, no son índices de grandeza, usualmente esos son complementos de la mediocridad.

Debemos aprender a saludar la mano de quien extiende la suya con sinceridad y respeto, pues esa es la mano que nos ayudará a ponernos de pie cuando los demás nos den la espalda.

En los momentos de prosperidad y fama, en la fiesta, en el carnaval de máscaras, todos te llamarán amigo, amigo sabio, amigo grande, pero sólo hasta que llegue la resaca… ¿Y entonces?

josé manuel (así, con minúsculas)

2 de junio de 2013

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