Siempre que preguntaban por él, todos los índices apuntaban hacia los velorios.
Vestido de traje marrón y una corbata ancha repartía esquelas, acomodaba coronas de flores y sin ningún interés servía de vez en cuando el palito de ron.
Un miércoles lluvioso me sorprendió ver a Chago, Félix Guapo, Calambre y a Charango empujar un féretro de peluche.
El resto de la población se dio cuenta siete años después de que murió porque lo extrañaron en el sepelio del alcalde.
©Edwin Ferrer
Edwin, es cierto lo que dice el cuento: Todos te conocen pero te acompañan los de la cercanía. Para los demás eres invisible y solo por asociación te resucitan. Requiescat in Pace.
Extraña forma de morir, Surrealista, tu cuento. Bello.
Edwin, me acuerdo de todos esos personajes de mi pueblito Salinas, esos relatos me traen muchos recuerdos. Recuerdo hasta del cementerio en El Campito y el árbol de flamboyan de la casa de mi abuela y hasta me parece escuchar la música de la barra de Don Pablo y ver la tiendita de Fausto. Muchos recuerdos muy bonitos de hace muchos años. ¡Gracias por las buenas memorias!