Salmo 13
¿Hasta cuándo, Dios, seguirás olvidándome? ¿Hasta cuándo me ocultarás tu rostro? ¿Hasta cuándo sentiré angustia en mi alma y tristeza en mi corazón, día tras día? ¿Hasta cuándo mi enemigo triunfará a costa mía? Dios mío, mírame y respóndeme! Ilumina mis ojos para que no me duerma con los muertos, y no diga mi enemigo que acabó conmigo, ni mis adversarios se alegren al verme vacilar. En cuanto a mí, confío en tu bondad; conoceré la alegría de tu salvación y cantaré al Dios que me ha tratado bien.
Los salmos bíblicos son ejemplos del egocentrismo que domina el contenido de las plegarias humanos a la divinidad. El individualismo y el egoísmo de las súplicas cobra máxima expresión en el Salmo 13, que como indica el texto que presentamos a continuación ejemplariza un estado de pubertad espiritual. Por eso el autor, conocedor de la condición humana, lo acoge como “…uno de los salmos más humanos y que más se parece a nosotros”.
Pero el contraste esta planteado en el texto de Caraballo López en la figura del inmortal Nelson Mandela, que siguiendo las enseñanzas de Jesús, hace de la hermandad y la solidaridad practica de vida. La madurez espiritual implica, no solo reconocer los misterios de la voluntad divina, sino también la responsabilidad de los seres humanos frente a sus actos y aspiraciones.
Salmo 13: La “pubertad” espiritual
Por Samuel Caraballo López
De las lecturas para el 29 de junio de 2014, tercer domingo después de Pentecostés, seleccioné para la meditación el Salmo 13, un salmo espectacular porque tiene unas impresionantes características que quiero compartir contigo. Este salmo es corto, repetitivo, irracional, de mal humor, el salmista anda por la luna, suplicante, “corta vena”, desgarrador y perfecto. De hecho parece como si lo hubiese escrito un adolescente en medio de su crisis de la edad.
Cuando leo este salmo me rio, lloro, “pataleteo” y me lleno de esperanza. Así que no lo leas en voz alta, porque pensarán que estás neurótico. Sin embargo, para mí es posiblemente uno de los salmos más humanos y que más se parece a nosotros.
Nelson Mandela en su autobiografía escribe sobre una experiencia que lo marcó en su lucha, y que yo deseo compartir contigo como una cita directa:
Aquella misma noche tuve una reunión con algunos ministros de la Iglesia que trabajaban en los “townships” de africanos de Ciudad de El Cabo. Menciono esto porque la oración con la que uno de ellos abrió el encuentro permanece en mi memoria y se convirtió en una fuente de energía en un momento difícil. En primer lugar agradeció al Señor Sus dones y Su bondad, Su misericordia y Su preocupación por todos los hombres. Más adelante, se tomó la libertad de recordarle al Señor que algunos de Sus súbditos estaban más sojuzgados que otros, y que en ocasiones daba la impresión de que El no les prestaba atención. Pasó a decir, a continuación, que si el Señor no mostraba un poco más de iniciativa para dirigir al hombre negro hacia la salvación, el hombre negro tendría que hacerse cargo él mismo de la empresa. ¡Amén!
(Tomado de la autobiografía de Nelson Mandela, El largo camino hacia la libertad, 2013, pág. 275).
Este relato de Mandela nos habla de cómo se sentían algunos creyentes en medio de la situación desesperada de Sur África en medio de la opresión del Apartheid. Era tal la persecución y la injusticia que se cuestiona la manifestación explícita de la justicia divina. Sin embargo, la historia de Mandela nos demuestra que aunque pareció tardar la justicia que reclamaba la mayoría de la comunidad negra, esta llegó. “Aunque parezca tardar, espérala; porque sin falta vendrá” (Habacuc 2: 3)
El salmista expresa cuatro preguntas, que también son las nuestras: ¿Hasta cuándo me estarás ignorando? ¿Hasta cuándo te esconderás de mí? ¿Hasta cuándo permitirás que esté angustiado y sin respuestas? ¿Hasta cuándo el enemigo me estará oprimiendo? ¿Quién de nosotros en nuestra “pubertad” espiritual no hemos cuestionado a Dios sobre estos asuntos? ¿Cuánto de nosotros nos molestamos y deprimimos con Dios porque no responde a nuestras “pataletas”? Es por esto que este salmo es maravilloso porque es un espejo para nosotros.
Pero eso no se queda ahí, el salmista hace una petición extraordinaria…mírame, respóndeme; ilumina mis ojos (verso 3). Esta última petición me fascina…el salmista solicita que Dios le permita entender lo que está pasando; que él pueda entender la realidad y ver el actuar de Dios, más allá de sus propios prejuicios.
Un cántico que se ha hecho ya parte del culto cristiano expresa de manera dramática lo que el salmista está pidiendo: “Abre mis ojos, Señor, los ojos de mi corazón…Yo quiero verte.” Solo cuando el Señor ilumina nuestros ojos, podemos entender la realidad tal cuál es.
Pero yo confío en tu gran amor; mi corazón se alegra en tu salvación. ¡El Señor ha sido bueno conmigo! (Verso -5-6).
Nuestra petición en medio del “desasosiego” que nos provoca nuestra realidad, es “ilumina mis ojos Señor” para entender lo que realmente está pasando. Muchas bendiciones.
© Samuel Caraballo López
Muy lindo!! Gracias por la explicacion del salmo. Me encanto el titulo de “pubertad” espiritual. Precisamente estaba leyendo esta manana la explicacion de los “martires Cristianos.” de los anos antes/despues de Cristo. Aquellos que dieron sus vidas por el Maestro. Aquellos que demostraron una “madurez-adultez” espiritual en la cual se notaba los cambios de una ejemplaridad Cristiana; modo de trabajar, alegria en medio de una tribulacion, caridad con el projimo, comprension de todo y de todos, austeridad de vida, simpatia humana. Que si es facil ser un Cristiano “maduro y responsible”? NO, por supuesto que no – solo la gracia de Cristo y la correspondencia personal es lo que hace a un Cristiano maduro en su Fe – un ejemplo de verdadero seguidor de Jesus. Buen dia, hermanos!