Yo no estoy seguro de lo que es un poeta. Sólo se me ocurre pensar que poeta debe ser aquel que anda procurando un encuentro con la belleza de las cosas, las trascendentales o las cotidianas. Y en las cosas cotidianas, en las sencillas, suele haber más belleza aun cuando puede ser una belleza triste. Puede tratarse, pienso ahora, de la llovizna en las alas de un pájaro que observa el nido roto. Puede tratarse de los ojos de un perro abandonado que se acerca a tu mano. ¡Qué sé yo! Es posible que la poesía (la belleza) se encuentre en el dulzor de una pomarrosa que te ofrece -y sólo porque sí- una niña descalza, algún niño. Poeta es el hombre que se indigna y canta los motivos, creo. El que denuncia, pienso. Y puede ser el varón incandescente que va a la marcha, como mi amigo Nicolás, del brazo de los pobres, de los desposeídos, de los que tienen por cobijo las estrellas del campo.
Puedo estar equivocado, ¡claro que sí! Poeta, me parece, puede ser aquel que encuentra una canción en la tibieza de una frazada, de los senos suaves de la mujer que se deja amar y también ama hasta la locura. A veces pienso que los ricos no pueden ser poetas o aquellos que una vez fueron pobres y lo olvidaron.
Poeta, quien con un par de tablas rústicas, un martillo, unos clavos, puede hacer una mesa y es su obra de arte, la viste con su mejor mantel e invita a todos a la hora de partir el pan recién horneado con el calor de sus manos y de su corazón. Digo, así es que yo lo pienso. Poeta es el que piensa cuando a nadie le importa; el que abre la puerta de su casa de madrugada sólo por contemplar el milagro de la aurora por sobre las montañas. Y el que guarda la luna en el bolsillo roto.
¿Qué es un poeta? Bueno, yo no lo soy pero he conocido muchos en el camino de la vida. Eso le da esperanza a nuestro mundo.
(c) Josémanuel Solá / 17 de octubre de 2016
Namaste.