por José Norberto Quiñones
Salinas pueblo amado,
vengo a cantarte aquí,
decirte con frenesí,
lo que en el alma he guardado.
Amo tus suaves colinas,
y también amo tus valles,
tu plaza, tus lindas calles,
y tus playas diamantinas.
Hueles a poleo y caña,
a jueyes y mojo isleño,
llevas sabor en tu entraña,
y aromas que son ensueño.
El sol que quema enciende,
tus pastos y yerbazales,
que año a año trasciende
cual sahumerio de ocultos males.
De rosa, púrpura y oro
se tiñe tu atardecer,
cuando empieza a oscurecer,
los astros cantan a coro.
Los penachos de tus palmas
rasgan tu cielo antillano,
de la costa al fértil llano,
brindan paz al contemplarlas.
El mar Caribe es guardián
de las playas de Salinas,
y sus olas cristalinas
Grácil, vienen y van.
Cuando la Luna ilumina
con su luz tu bello entorno
ella te sirve de adorno,
¡Hay que noche tan divina!
Tu gente, amable, cordial,
humilde, tranquila, sencilla,
es esta la maravilla
de mi pueblito natal.
Tus mujeres saladitas,
dulzura en el corazón,
saben amar con pasión,
Todas, todas, son bonitas.
Salinas, nunca te olvido,
aunque me aleje de ti,
mi hogar siempre estará allí
a pesar de haber partido.
Difundido por: Circulo Literario Antonio Ferrer Atilano
Foto tomada de Internet, autor desconocido.
El amor más genuino y profundo, como la belleza más lozana y cautivadora, no necesita de adornos líricos para hacerse notar y destacar. La sencillez de estos versos permiten ver el amor del poeta por el lar nativo desde la ternura de su alma, porque es en esa sencillez donde pernocta el amor en su esencia más pura. BRAVO