por Roberto Quiñones Rivera
Voy camino por la calle Unión de mi pueblo acompañado de una dama y un caballero que se identificó como Del Valle. La conversación, aunque no preciso el contenido, giraba en torno a una victoria obtenida en un asunto político.
De pronto miro al cielo y veo la silueta de un arcoíris inusual, de una forma y belleza extraordinaria, pues dibujaba la bandera puertorriqueña.
Tal como en una película, cambia la escena y me encuentro en mi querida Ciudad Perdida, frente a la casa donde nací, llamando a mi madre para que salga a ver el arcoíris. Continúo caminando rumbo a la plaza pasando por la esquina de las casas de los Santiago y de Toña Valdés.
Con mi celular en manos iba tomando fotos del espectacular arcoíris. Sigo caminando hacia la plaza, pero en un instante siento la sensación de que estaba soñando, que no era realidad lo que estaba viviendo.
Busque mirar de nuevo al cielo para ver mi bandera, pero Morfeo me había abandonado en medio de una temperatura de menos de 40 grados. Desperté con sentimientos encontrados; entre ver mi bandera ondear gloriosa en el cielo infinito y las injurias a granel de que es objeto. No obstante, a que los sueños, sueños son, a las cuatro y media de la madrugada, busqué el celular con la esperanza de que ocurriera un milagro.
Foto: Arcoiris en la curva. Revolvy
“La Calle Union.” Bendito Sea Dios! Ahora si que me hiciste recordar cuando me sentaba en el balcon de la casa vieja – esquina Union con La Palmer! Y me sigues transportando…..Gracias, Roberto!