por Marinín Torregrosa Sánchez

Quien me conoce bien, sabe que soy una negra frustrada, la “Carmelita” de mi poesía jocosa. Y que me encantan los colores y la diversidad de mi vida. Tal vez, tardé un poco en reaccionar. No podía, las palabras se agolpaban en desorden frente a las imágenes. Sentimientos de dolor y coraje mezcladas con reacciones físicas de asco: llorar, vomitar, gritar, golpear y otra vez llorar…

No hay que ser negro, amarillo, brown, blanco… ni ser hombre, o mujer… ni pobre ni rico, del montón o privilegiado… basta con ser humano carajo… sí, carajo. Todos, en algún momento de nuestras vidas, hemos sentido estar en desventaja, o por el contrario tener el sartén agarrado por el mango, superior a otros, en control de la situación, como sea… Llámelo como usted quiera, pero nada justifica ser tan miserable, indolente ante el vil crimen contra un ser humano, a plena luz del día, sin que ninguno de los de alrededor interviniera… ¡Coño!

Soy puertorriqueña, mi tez es clara, pero me gusta coger sol para colorearme, me tiño el pelo de rubio-marrón, pero me encanta dejármelo salvaje sin peinar, a veces siento que tengo más bolas que muchos hombres y se me sale el Mario que llevo adentro, pero me encanta pintarme los labios de “colorao”.  En definitiva, soy muchos y muchas dentro de mí. Y no faltará quien me diga: “Lo que jode es, el pero…”, bueno… Sí, confieso que me duele con coraje cuando leo por ahí que hay que ser negro para saber lo que se siente, que desde la “blanquitud” no es igual… y entiendo, pero me “jierve” porque: NO HAY QUE SER NEGRO, BLANCO, AMARILLO, CHINO, ARABE, JUDIO, MUJER, HOMBRE, PUTA, BANDIDO, TECATO, CATEDRÁTICO, JOVEN, VIEJA etc. para que sientas la falta de aire cuando te ponen todo el peso de un cuerpo sobre tu garganta. En ese momento no hay diferencias. Coño, NADIE lo merece.

 

©Marinín Torregrosa Sánchez, 29 de mayo de 2020.