Salía con su tarraya* y funda de tela al hombro a pescar en La Boquita y por la orilla del mar hasta llegar a La Playa. En su pensamiento aleteaban las jareas, róbalos, jureles y pargos y en el aire percibía los olores deliciosos del manjar que habría de preparar.![]()
Tejida por él mismo, era su arte de pesca. Se le veía caminando concentrado en su tarea por la desembocadura del río Abey moviendo su cuerpo, agachado y listo para lanzarla sobre sus presas.
Era todo un espectáculo verlo ejecutar aquello. El tejido se abría completamente y como una sombrilla caía sobre el agua. Al chocar los plomos contra la superficie acuosa el cristalino líquido se rompía en gotas plateadas o con los colores del arco iris.
Las jareas nadaban a flor de agua. Huyendo de la sombra de Niní, dibujaban con sus vaivenes, rastros cristalinos. Los róbalos, jureles y pargos se hundían en lo profundo de río salobre, ya casi mar, para escaparse del implacable pescador.
Yo, en la otra orilla, que era más profunda y cubierta de mangles, tiraba mi anzuelo de mosca con la esperanza de pescar algo. Admiraba la figura de Niní, flaca y curtida por el sol, que se me antojaba como una aparición.
La Boquita, de verdor exuberante, era el paraíso. Sólo el sonar del viento al acariciar las hojas de los mangles, el cantar de una gallareta o el saltar de algún pez con deseos de ver lo que acontecía fuera de sus dominios, alteraban el silencio allí reinante.
Quizás la gallareta advertía a sus iguales de la presencia del hombre y su tarraya.
Niní se esforzaba por disminuir la población de peces de la Boquita. En cambio, en aquellos tiempos de aguas incontaminadas, los peces siempre le ganaban la apuesta.
En ocasiones su red se atascaba en las raíces de los mangles o en las piedras del fondo llenas de ostiones y al tirar de ella se desgarraba. Entonces Niní la reparaba.
Muchas veces lo observé en esta artesanal tarea en el malecón, detrás de la casa de Leo, con el río Abey y el pintoresco barrio Borinquen a sus espaldas. Amarraba la tarraya de un árbol por su extremo más angosto y pacientemente con una aguja de madera hecha por él, la remendaba. Era tal su maestría que no se podía adivinar en donde estaba el remiendo.
Así, de esta forma bucólica, pescando sueños y tejiendo ilusiones vivió Niní hasta su muerte.
©Edelmiro J. Rodríguez Sosa, 2009
Glosario
Tarraya: Un tipo de red de pescar; también atarraya.
Muy bueno, Edelmiro! La estampa es bucólica, es de Carpe Diem, es fresca como el agua, con la inocencia prístina del pescador y sus red. Has descripto la escena pictóricamente, casi tocamos los peces, casi nos fabricamos una aguja de hueso y hasta tejemos la red.
Agua, cielo, hombre y peces en un conjunto logrado y nostálgico.
Cariños.
Gloria
El mismo Roberto. Nini llegaba desde la boca del Coco hasta salir al callejon de la playa. Nunca le negaba a nadie algunas sardinas para pescar. Si voy al Coco la primera imagen que recuerdo es la de Nini tirando tarraya. Es parte de nuestros recuerdos. Gracias Edelmiro por este pasage gratis a mi pasado.
Me gustó mucho esta pincelada. Cuando niño, conocí a un señor del mismo nombre, una persona muy peculiar que gustaba de la pesca y el aguardiente. Tal vez es la misma persona.
Muy buena narración, lo felicito.