Cuando la vio en la tienda de curiosidades quedó atrapado por sus encantos. Fue algo así como amor a primera vista, con lo escéptico que siempre ha sido cuando se viene a asuntos de amores repentinos.
Miró su rostro hermoso y sensual y aquellos labios que anunciaban largas horas de placer desenfrenado…
Apartó sus ojos de los suyos y sintió su mirada quemándole la piel. Trató de no pensar, de ignorar su presencia, pero no le fue posible. Su imagen se le proyectaba a través de los espejos y respiraba su perfume en las cuatro coordenadas del establecimiento.
Con cautela, porque no quería despertar curiosidad en los parroquianos, se le acercó y le rozó una mano. La sintió fría, como si el nerviosismo de sentirlo tan cerca le hubiera congelado la sangre en las arterias.
Le susurró algo al oído. Pero ella no le contestó. Sus labios mantenían la misma media sonrisa que tanto lo cautivaba…
Poco más o menos en horas de la medianoche estaban en el aparcadero del condominio donde él residía y después de asegurarse de que nadie los estaba mirando, la tomó en brazos y la llevó al departamento.
Aquella madrugada le hizo el amor con desenfreno y fue entonces cuando comprobó que su boca estaba hecha para lo que decía la etiqueta.
© Josué Santiago de la Cruz
Genial! Josué, tu sentido del humor y de la observación del mundo es apabullante. Pobre hombre!!!!!!
Um abrazo admirativo.
Gloria