A lo lejos oí el tintineo antiguo de mis pasos y las campanas de la iglesia de mi pueblo sonaron. Temblé. Me incline sobre los latidos de su corazón… Los fantasmas de mi pueblo no me dejaban dormir. Todo se deslizaba sobre mí. Gertrudis la loca me hacía señas para que recogiera palillos de fósforos para jugar. Me escondí detrás de Pepe el ciego y Fitito me dijo:
— ¡Corre que por ahí viene la tempestad!
Recé por dos piernas milagrosas. Charango me montó en su carretilla. Vi el dolor de mi camino ocultarse sobre sus parpados y una voz que rechinaba en mis oídos casi me despierta. Sin volverme hacia mi alma dormida me arrojo malecón abajo. Mi sombra quedó solitaria a orillas de Rio Abey y aquella figura quijotesca me levantó con un fuerte grito:
— ¡Tan cayó!
Desde ahora soy extraño a los recuerdos de mi casa. Recogí mis pasos salados y me marché sin compañía.
©Edwin Ferrer 9/12/2009
Edwin tu relato trajo a mi memoria personajes olvidados por muchos, pero que cada uno tuvo relevancia en su momento y en su entorno pueblerino. Son los personajes típicos.
Gertrudis la loca, diminuta con sus ataques epiléticos.
Pepe el ciego con voz de trueno que anunciaba las películas con su fotuto, pero que al tocar las campanas de la iglesia lo hacia con una majestad, armonía y delicadeza que imprimía al sonar de las campanas el sentido de cada fiesta. Si era navidad las campanas sonaban alegres, si era de difuntos los dobles sonaban a tristeza. Era un maestro en ese arte. Además era músico autodidacta.
Charango, no lo comento porque conocí dos con ese nombre y no sé a cual te refieres.
Finalmente Cacho (Tan cayó) nuestro borrachito que murió en ese río nuestro.
Edwin te fuiste sin irte.
Edwin querido disfruté esta lectura llena de hermosas imágenes donde juegas con el misterio de perderse, de encontrarse, del miedo a uno mismo y a los otros y siempre el pueblo presente en tu memoria como telón de fondo de la vida, como marca impresa en el orillo, como sello lacrado con el beso del aire que te vio nacer.
Me gustó esta semblanza, los recuerdos de tu casa, esos del final del relato, son precisamente los que asoman en todos tus escritos con un dolor nostálgico que se mete en el alma del lector para no irse más.
Aplausos de a miles
Un micro, amigo Edwin, cargado de simbolismo, de remembranzas y un despertar a una nueva realidad que no por ser nueva deja de ser incierta. Aquellos seres de nuestro pasado que caminaron solo las calles de la vida vienen a tu rescate.
Estamos hechos de presente, pero también de pasado y es en la unidad armoniosa de esas dos grandes realidades que nos proyectamos hacia el futuro. En ese sentido la literatura reivindica, redime y purifica.
Me pongo de pie y te aplaudo el logro, con pitos y matracas, silbidos y
gritos de hurra.
Josué