Un anciano se sentó sobre su nuca en una roca frente al mar hablando en silencio mientras el cielo le tornaba sus ojos a un pálido amarillento. Había perdido la fe y si le contaban que un ciego recuperaba la vista, que un mudo hablara o un muerto resucitara, no era milagro.
Para el negro Dominique los milagros se habían convertido en una cifra bancaria y el cielo ante sus ojos había dejado de ser un misterio. Sonreía aunque su boca no tenía labios cuando los periodistas venían a tomarle fotos porque aseguraban que era un zombi.
Ese mismo dia el aire se sentía pesado y un grupo de misioneros extranjeros que estaban más cerca de sus narices a sus ojos lo usaban como excusa a la pesadumbre de su pobreza.
—Esta poseído por el demonio, por eso su país no progresa.—Dijo un pastor en la televisión.
—En el camposanto hay una cruz con su nombre.—aseguró un periodista.
Esa misma tarde la tierra comenzó a temblar y todo el país se derrumbó. Caminando sobre las aguas del mar, Dominique fijó su mirada al cielo y se llenó de aviones repletos de ayudas extranjeras cubiertos de cruces rojas. Después de la tragedia, con una lágrima en sus ojos el anciano ascendió al cielo cumpliéndose el milagro después de una catástrofe que duró más de doscientos años.
© Edwin Ferrer 01/22/2010

Foto tomada de Haití por descubrir
De acuerdo con Josué, el relato es tan realista, que duele, como duele la realidad de la riqueza mal repartida y la ignorancia en que colocan a los pueblos los poderosos de turno, a quienes les conviene tener súbditos y no seres libres con igualdad de oportunidades.
Dios nos salve del Infierno en que vamos cayendo!!!!!!!
Abrazos fraternos
En estos días he mirado fotos, he deshilado versos y he leído relatos que sintetizan el drama de la humanidad visto a través de los ojos de Haití. Este relato de Edwin Ferrer es otro ejemplo de las creaciones provocadas por la tragedia haitiana. Para mi todas esas creaciones artística gritan al unísono: ¡Basta ya! El sistema político-religioso que detentan los poderosos en este mundo, nos conduce a un despeñadero.