“Esa obsesión de ser otro sin ser uno
Para dejar de ser el que se era
Siendo a la vez pez y la  pecera
Y entre las multitudes ser ninguno”
Cristian Basso

Capitulo 1

Los enfermos

Amanecieron llagados ante la alcaldía. Con sus recetas en las manos, esperaban ansiosos sus medicinas.  El sol vestido de negro cocinaba sus cuerpos ulcerosos, mientras el ave de rapiña en el balcón se saciaba de mentiras.

—El carnaval comenzará pronto y tuve que cortar el presupuesto y el barco que traía los medicamentos lo hundió el huracán —musitó  con ojos de piedra.

El festival  comenzó y un grupo de esqueletos  bailaban alrededor del rey Momo quien reía irónicamente. Uno de los cadáveres que se había depilado las cejas vio como el honorable se desvestía en la covacha del edificio blanco.

Capitulo 2

Los empleados públicos

Con muchas ansias esperaban su salario. Pasaban las horas frente al ayuntamiento rascando sus cabezas mientras las uñas devoraban sus cabellos.

Por fin dieron las cinco.

— ¡Juan, Andrés, Pedro! —aquí esta su paga.

« ¡Raúl, Matute, Ralin, Pello, Colo!»

«Lo siento ustedes no han caído en nómina»  dijo con astucia.

Uno de ellos preguntó.

— ¿Qué es nomina?

El otro respondió.

— ¡Ah!, eso  debe ser el bono que nos ofreció el año  pasado; o quizás la nueva receta para nuestra sanación.

Capitulo3

La avioneta

Se acercaban las elecciones del pequeño pueblo. Unos niños que estaban jugando trompo y bolitas divisaron una avioneta que, cual halcón que despluma otras aves, lanzaba papeles que bajaban del cielo como palomas blancas. Unos volaron hacia los cañaverales, otros al bosque del indio y otros al lago de Valé.  Los chicos que nadaban desnudos, cuando alcanzaron los papeles y vieron quien estaba en la foto comenzaron a correr por sus ropas.

Capitulo 4

Las elecciones

Nunca  votó en las urnas, no dependía de ningún partido para sobrevivir. Con el pasar de los años a Petra el seguro social apenas le alcanzaba para sostenerse.  El tiempo hizo que  todos los precios subieron y tuvo que alinearse a un partido político. Salió de su casa con un manto en la cabeza para cubrir su rostro. Cuando llegó frente a la plaza del mercado notó que había muchas mujeres camuflageadas. Al momento que salió el nuevo alcalde a dar su discurso todas tiraron sus mantos y lo abrazaron. Como no tuvo la oportunidad de acercarse al nuevo líder, fue a la oficina del mandatario, tiró el suyo, enseño su última llaga, dejó la receta en el escritorio y marchó para siempre.

©Edwin Ferrer