Nació la leyenda desde que se relató que un psicópata merodeaba por ese paraje solitario…

Deslizaba la mano por el suelo en la oscuridad, perturbado por el chillido persistente de los grillos y el esporádico canturreo del búho.

En vano trataba de bloquear todo. El consejo de su padre le despertó la curiosidad un día y el recuerdo parecía elevar su tormento. Las palabras recorrían en su mente como una pesadilla.

—Te prohíbo que vuelvas a las andadas por El Quinqué.

Su mano comenzó a temblar desenfrenadamente cuando escuchó un automóvil estacionarse. Saltó al sentir una mano en la espalda y sin escatimar, se echó a correr hacia el bosque. El sujeto, voceando, le seguía el paso entre el crujir de las ramas y las hojas secas.

Se cobijó tras un árbol y cerró los ojos.

La navaja se deslizó por el cuello deteniendo el forcejeo. El cuerpo se desplomó lentamente de rodillas hasta caer tendido en la hojarasca y una tuerca se les desprendió de la mano.

 Regresó a su automóvil y se puso en cuclillas…

© David Roche Santiago