El dolorcito en el pecho era intenso y el doctor no encontraba en las páginas de aquel librote el mal que me aquejaba. Sin formar juicio de la dolencia o aplicar remedio alguno me recomendó descanso hasta que llegaran los resultados de las pruebas.
Se me torció el hipocondrio cuando dijo que había que esperar cinco días por los resultados de las pruebas. Eso me puso en un estado de confusión y desvarió que de inmediato llamé al jefe para excusarme por una semana. “Me estoy muriendo” le dije.
Me sobró tiempo y energía para estrechar lazos con la negra y el perro. Fueron cinco días llenos de sosiego y un éxtasis forzoso. En tanto acepté con dignidad mi última despedida y consecuente reencarnación, escribí estos apuntes.
Lunes:
Como se busca el agua en lo más profundo de un pozo seco, le dije “negra me muero” buscando su consuelo. Qué raro no siento dolor pero seguro muero hoy. Si, antes que caiga la tarde.
Martes:
Que hermosa montaña de platos sucios. Fregar platos es una experiencia única que enriquece mi alma y me hace humilde. Las burbujas jugando en el aire, el aroma de limón y el agua tibia que acaricia mis manos me hacen sentir más vivo que nunca. No siento dolor, pero sospecho que no llegaré a la tercera edad.
Miércoles:
Qué gracioso se ve el perro, que duerme patas arriba con el canario al aire bloqueando la entrada principal. Mejor salgo por la puerta trasera para no molestar y despertarlo, no importa si enfango los zapatos. Hoy no me duele nada y hasta he bailado con la escoba.
Jueves:
Me siento energético, que bella es la vida. Da gusto fregar los platos. Hoy mientras le sacaba el tizne al sartén conversé con una cucaracha que salió por el grifo. Era hermosa, negra por encima y rojiza por debajo. No se merece esa vida de piojo y debería ser reina en el jardín de las mariposas.
Viernes:
Llegaron los resultados. Todo es negativo, mejor dicho, no tengo un carajo. ¡Todo es normal! Cogí un cucharón y aplasté la cucaracha que se asomaba por el grifo. Le dije a la negra que la montaña de platos los iba a fregar la madre que la parió y salí de la casa tirando la puerta que por poco castra a Cujo.
©Roberto López
Me he reido un monton, pues hay personas que cuando se ven en un estado hipocondriaco se van a la iglesia y cambian su manera de ser, pero cuando se sienten bien, vuelven a lo mismo. Tal vez cuando se encuentran en problemas finacieros y coje unos chavitos por el lado se vuelven arrogantes. Muy bueno Roberto, aplauso de pie.
Excelente registro de un Chango (hombre llorón, quejoso, pesimista elocuente), que en Puerto Rico la especie abunda como para venderlos en el exterior. Muy bueno en verdad porque, además de plasmar muy bien una realidad que por cotidiana pasa, a veces, desapercibida, llevas lo anecdótica, la historia en sí, al plano de lo literario, como quien no quiere la cosa. Como el que te pone una piedra al rojo vivo en la mano y con una guiñada burlona te dice: Ahí te la dejo, loco, a ver qué te inventas.
Aplausos
JSC
Las dolamas suelen ser el motivo de la existencia de algunas personas. Creo que todos las hemos utilizados como excusa en algún momento. Aca el personaje se muere del susto cuando el corazón le da un vuelvo y se agita. El susto mayor es ante lo desconocido. A la changuería, sigue un cambio de actitud del que, creyendo morir, quiere ganarse el cielo. Pero al final, descubierta la realidad del estado de salud, vuelve a las andadas y a olvidarse de la muerte.