Me opongo al gasoducto porque el nombre Vía Verde con el cual fue designado es un ardid publicitario mal intencionado. Intencionalmente se utiliza ese nombre para esconder las nefastas consecuencias ambientales de esa estructura. Cuando se utiliza con buenas intenciones el apellido verde, éste designa un producto que respeta el medio ambiente. Es una mentira que un gasoducto sea un producto verde.
Me opongo al gasoducto porque no es cierto que sea la mejor y única manera de hacer llegar el gas hasta las plantas generadoras de energía eléctrica que existen en el país. Nuestras centrales eléctricas están en las costas, a pocos pasos de que se les suministre el gas desde las barcazas que lo traen a la isla. Bajo el concepto del gasoducto que cruza a Puerto Rico de sur a norte, será necesario también reabrir el Gasoducto del Sur para suministrarle gas a la ensordecedora Central Eléctrica construida en medio del poblado Aguirre de Salinas.
Me opongo al gasoducto porque representa un derroche de dinero que se sumará a la enorme deuda pública que estrangula al país, cuando existen alternativas menos costosas para que las centrales utilicen gas para generar energía eléctrica.
Me opongo al gasoducto porque no es cierto que se justifique su construcción y el enorme préstamo que conlleva construirlo, bajo el argumento de que representa un ahorro substancial para el bolsillo de los consumidores. El ahorro que representa generar energía utilizando gas será verdaderamente substancial, si le añadimos el ahorro que representa para el país gasificar nuestras centrales de energía eléctrica utilizando alternativas más baratas y de menor impacto sobre el ambiente.
Me opongo al gasoducto porque mientras más extensa es la tubería que conduce gas de un lugar a otro, mayor es el riesgo de desastres, especialmente en una isla tan densamente poblada como la nuestra. Estos gasoductos, no sólo explotan sino que los escapes de gas han matado miles de personas y causado graves enfermedades cardiopulmonares entre los residentes de las zonas aledañas; eso sin contar el daño a la flora, la fauna y los demás recursos naturales del lugar.
Me opongo al gasoducto porque los que insisten en su construcción han pisoteado la reglamentación vigente, llevado a cabo trabajo sin los debidos permisos y torcido brazos de funcionarios públicos, confirmando de esa manera que las verdaderas intenciones para realizar esta obra pública se le esconden al país. La falta de transparencia y las revelaciones de la prensa tienden a confirmar que los motivos detrás del gasoducto lucen malintencionados.
A los que pisotean los derecho del pueblo debemos decir: