Capitulo Uno — El Recreo

ninosenamorados1En la escuela Godreau conocí a Mariana. Lo digo sin mucha retórica y directo al grano, que mi amiga es la niña más linda del universo.

El día en que nos conocimos, a la hora del recreo, mientras Yo chupaba un bembeteo, ella se me acercó y me preguntó si Yo sabía brincar cuica. -“Seguro que sí”–, le dije, y sacando pecho añadí que en la escuela Palmer fui campeón en la carrera del saco.

Mariana quiso que yo saltara la cuica con ella y sus dos amigas Isidra y Teté. Ellas giraban la cuica y cantaban como angelitos en el cielo. “Uva, pera, manzana y arroz, a los cuatro años se casa Margó.” Qué fácil es brincar la cuica, pensaba Yo. Brincaba y cantaba feliz como un conejito Saltarín. Entonces Isidra gritó — “Tocineta”– y a Teté se le iluminaron los ojos como a Lucifer. Giraron la soga con una fuerza biónica y Mariana se escapó como Houdini y solo me quedé, brincando para salvar mi vida. No pude esquivar la cuerda y me engancharon los pies. Salí como disparado de una catapulta haciendo un culivicente. No me acuerdo de nada más, solo sé que desperté en los brazos de Mariana y nunca jamás le hablé a Teté.

Me gustaba mucho Mariana y por ella jugué peregrina con más gracia y cadencia que un bailarín de zarzuela. Mi amigo, Carlitos Pichón, se molestaba porque al trompo Yo no jugaba. Que necio era el pájaro! —“!Para que perder el tiempo bailando un trompo que apenas echaba unas chispas, si Mariana votaba fuego por la cintura cuando giraba el hoola hoop!”—.

A la hora del recreo, todos los niños iban al carrito de don Ramón a comprar estampillas de Batman y Superman. Yo no. Yo compraba estampillas de mariposas y flores para regalárselas a Mariana. Me divertía muchísimo al verla coquetear mientras recitaba los nombres científicos de las flores, y en latín  me decía: –“Danaus plexippus linneo cena papaver rhoeas (las mariposas monarcas comen amapolas) “— Yo, riéndome le contestaba : –“mariposaus amarillentous comenun malangus, (las mariposas amarillas comen malanga) “.

Siempre compartíamos nuestra merienda que consistía de sabrosas piraguas, jugosas chinas y el delicioso pan cuco. Con Mariana a mi lado, la vida era simple y hermosa, las horas parecían minutos y la esencia de todo lo bello y sublime emanaba de su persona. Ella era melao de caña, bello arcoíris que nace en el cañaveral y se pierde detrás de la montaña, agua fresca de manantial y el café de las tres bajo el sol de mi pueblo.

Ella me enseño a hablar en jerigonza y a mí me gustó tanto el dialecto que lo hablaba rápido y al revés. Carlitos se moría de envidia porque Yo era campeón de Jacks.  Un día mientras Yo jugaba a la cebollita, Carlitos me dijo – Estás medio raro, parece que viniste de Marte en un aerolito”,– Había que ver su cara de pazguato, cuando le contesté: —“Chi-ve, chi-te, chi-al, chi-ca, chi-ra, chi-jo”—

Qué pena sentí cuando llegó el día de graduación. Los extraños zapatos me causaron un inmenso dolor en los callos de mis selváticos pies y llegué a la ceremonia cojeando y llorando como un niño. Me hinqué para quitarme los zapatos, y se acercó Mariana, esparciendo su prodigiosa sombra sobre mí. Extendió su mano y dijo: –“Me tocó ser tu pareja”–. Me levanté como Lázaro, y orgulloso desfilé junto a mi reina como en sueño de hadas del que no quise despertar.

Entonces llegó el verano…